Juan Mari Arregi Periodista
De Mogroviejo-1969 a Perpinyá-2009
La caída de Perpinyá el pasado domingo, como la caída de Mogroviejo hace ahora cuarenta años, debería hacernos reflexionar a todas las partes para encontrar una rápida salida negociada al conflicto político y armado Hace cuarenta años, la Policía y la dictadura franquista pensaban también que, detenida su cúpula, el final de ETA estaba ya cercano
Varios supuestos militantes de ETA han sido detenidos el pasado fin de semana en Montoriol, cerca de Perpinyá, y otros más en distintas localidades vascas. Como ya viene siendo habitual, desde el Ministerio del Interior español se filtra que entre las personas detenidas se encuentra el «número uno» de ETA. Y, como siempre también, concluyen que ETA está ya «agotada» y «derrotada». Y así, con esta misma cantinela, llevamos ya más de cuarenta años. Y ETA sigue ahí. Y, sobre todo, sigue ahí pendiente el problema político que originó su nacimiento hace cincuenta años. Euskal Herria no es ni Francia ni España. Euskal Herria es una nación y tiene el derecho a decidir su futuro. El derecho de autodeterminación le corresponde ejercerlo, así como la posibilidad de ejecutarlo.
En base a la persistencia de ese problema político, y pese a las reiteradas caídas de sus «números uno» o de sus «ejecutivas», se mantiene hoy en día la organización armada vasca; las cárceles españolas y francesas albergan a casi mil prisioneros vascos y vascas; y otros cientos de vascos y vascas viven en el exilio y la clandestinidad.
Los responsables políticos, tanto vascos como españoles o franceses, así como los responsables mediáticos, no deberían olvidar los hechos, que son muy tozudos. Lo que ha ocurrido estos días cerca de Perpinyá, la detención del supuesto número uno de ETA y otros supuestos militantes abertzales vascos, se ha producido ya muchas veces. La historia se repite.
Por poner un ejemplo, muy cercano a quien suscribe este artículo por ser coprotagonista directo de una parte de aquella historia, expondré aquí y ahora la caída, precisamente ahora hace cuarenta años, de la Ejecutiva de ETA en 1969 en Mogroviejo (Picos de Europa) y Artekale en Bilbo. Una caída en la que, curiosamente y como se verá a continuación, tuvo su protagonismo también Perpinyá. Y que fue a su vez la antesala del histórico Proceso de Burgos.
Eran los primeros días del mes de abril de 1969. El año anterior se había producido el primer atentado mortal de ETA, así como la primera muerte a manos de la Guardia Civil de uno de sus dirigentes, Txabi Etxebarrieta. La Ejecutiva de ETA estaba reunida en una pequeña aldea de Mogroviejo, en los Picos de Europa. La Guardia Civil logró localizarles y consiguió detener a varios de sus miembros mientras otros lograron huir y refugiarse en Bilbo.
La Policía intentó, el día 9 de abril de 1969, detener a tiros en un piso de Artekale a varios de los militantes que habían conseguido refugiarse en la capital bilbaína. Uno de ellos, gravemente herido, logró huir de esa calle del Casco Viejo bilbaino. Perseguido por la Policía, paró un taxi y pidió a su conductor que le llevara hacia Orozko. El taxista se dio cuenta de que iba herido y, a la altura de Arrigorriaga, paró el coche porque no quería proseguir el viaje. Se produjo un forcejeo entre ambos y el taxista resultó muerto.
El militante de ETA huyó malherido a refugiarse en el monte por la zona de Orozko. Fue precisa la intervención de numerosas personas para facilitarle refugio, asistencia sanitaria, y salvarle de la persecución policial. La caída de la Ejecutiva de ETA en Mogroviejo y la posterior operación de asistencia al militante huido provocó la detención de numerosas personas y la huida al exilio de otros varios cientos de personas, entre ellas un grupo de sacerdotes y religiosos.
Quien suscribe participó en la búsqueda de asistencia sanitaria para el militante abertzale gravemente herido, así como en la laboriosa y peligrosa operación de su huida.
Precisamente, la huida hacia el exilio tanto del militante herido como la mía propia, con la colaboración solidaria de amigos catalanes, la realizamos de madrugada, juntos, por montes catalanes que van a dar a Montoriol y Perpinyá. Lugar donde ahora, cuarenta años después, han sido detenidos los presuntos miembros de ETA el pasado día 19 de abril.
Por tanto, hace cuarenta años, la Policía y la dictadura franquista pensaban también que, detenida su cúpula, el final de ETA estaba ya cercano.
Pasó Franco, pasó Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, pasó Felipe González, José María Aznar, pasará José Luis Rodríguez Zapatero, pasaron los De Gaulle, Miterrand, d'Estaing, pasará Nicolas Sarkozy y ETA sigue ahí. Pasaron los torturadores franquistas, pasarán los torturadores postfranquistas y «demócratas», y pasarán Baltasar Garzón y Laurence Levert y ETA sigue ahí. Pasaron los BVE, la Triple A, el GAL y todo tipo de mercenarios, y ETA sigue ahí. Pasaron los medios informativos franquistas y postfranquistas y ETA sigue ahí. Perdieron, desgraciadamente, la vida cientos de personas, víctimas de ETA y víctimas de la represión, de la guerra sucia y de la política de dispersión, pero ETA y el problema político que representa siguen ahí.
Después de tanta muerte y dolor, después de cincuenta años que han demostrado que ni ETA ha podido derrotar al Estado, ni el Estado a ETA, ¿por qué obstinarse en mantener esa dinámica puramente policial y militar?
La caída de Perpinyá el pasado domingo, como la caída de Mogroviejo hace ahora cuarenta años, debería hacernos reflexionar a todas las partes para encontrar una rápida salida negociada al conflicto político y armado. Porque abogar por la derrota policial y militar de la organización armada vasca, sólo nos llevará a más sufrimiento. Por todas las partes.