Análisis | Panorama represivo postelectoral
Los kurdos del norte pagan el precio de su éxito electoral
Las decenas de detenciones y la clausura de medios de prensa y televisión kurdos no son sino el precio a pagar por los excelentes resultados de los kurdos del norte en las últimas elecciones locales turcas.
Karlos ZURUTUZA Periodista y miembro de Bîhar (Asociación para la Colaboración entre Euskal Herria y Kurdistán)
El autor hace un repaso a los sucesos registrados en los últimos días en Kurdistán, marcados por redadas policiales masivas y cierre de medios de comunicación, que relaciona con el aplastante triunfo del DTP kurdo en las recientes elecciones municipales.
El pasado lunes, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) anunciaba un alto el fuego unilateral hasta el 1 de junio. «Es tiempo para el diálogo», subrayaba la organización armada kurda en su comunicado, una propuesta respaldada por los excelentes resultados del DTP en las últimas elecciones locales.
El «no» de Ankara no se haría esperar y al día siguiente se producían ya los primeros registros de oficinas y domicilios de militantes kurdos. La represión ha continuado durante las últimas jornadas, y se habla ya de al menos 305 detenidos: altos dirigentes del DTP, abogados y periodistas, entre otros. Son la nueva remesa que pasa a engrosar las filas de los miles de kurdos presos en las cárceles turcas.
A las detenciones hay que sumar la clausura de «Azadiya Welat», el único periódico en lengua kurda en Turquía, y la de Gün TV, una televisión local de Diyarbakir. Y es que el AKP en el poder ya se encargó de lanzar TRT6, la televisión en lengua kurda, pero de factura turca, a pocos días de los comicios. La única alternativa que queda hoy a los noticieros en kurdo de Ankara es Roj TV, la televisión kurda cuyos estudios están en Bélgica, pero que emite vía satélite desde Dinamarca. Turquía ha estado a punto de vetar a Anders Fogh Rassmussen, el primer ministro danés, en su carrera hacia la Secretaría General de la OTAN por «dar voz al terrorismo kurdo». Al final medió Barack Obama, y Rassmussen se llevó el gato al agua. Hoy su licencia pende de un hilo y si Copenhague acaba cerrando Roj TV sabremos cuál ha sido el precio de ese despacho en Bruselas.
Obama no para, y durante su reciente visita a Turquía ha ofrecido a Abdulah Gül, su homólogo turco, una «colaboración total en la lucha contra el terrorismo». Después de anunciar su programa para Afganistán (más tropas), no parece que los nuevos «aires del cambio» que todos esperan de Washington vayan a soplar en los arenales de Oriente Medio y Asia Central.
La visita de Obama a Turquía sucedía a las que se intercambiaron Gül y Jalal Talabani en Ankara y Bagdad. Por primera vez, un presidente turco pronunciaba la palabra «Kurdistán» (refiriéndose al norte de Irak, por supuesto), y Talabani le devolvía el cumplido con unas flores en el mausoleo de Atatürk, y pidiendo al PKK que depusiera las armas. El «tripartito antiterrorista» se volverá a reunir en Erbil (Kurdistán Sur) el mes que viene en la Conferencia sobre Oriente Medio.
La agenda es, sin duda, apretada, pero el primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, ha encontrado un hueco para castigar a los kurdos por sus resultados en las elecciones. No era cuestión de levantar todo este jaleo con Obama y el resto de ilustres invitados en casa. Entre ellos, José Luis Rodríguez Zapatero, con el que copreside la Alianza de Civilizaciones, de la que el presidente español aseguró que «empieza a ser la casa común de la tolerancia y el respeto...»
Lo realmente triste de todo esto es que, tras las elecciones, se empezaban a oír en Turquía voces en torno a la necesidad de buscar nuevas vías para solucionar la cuestión kurda, incluso desde sectores tradicionalmente conservadores. Pero Erdogan sigue empeñado en resolver el problema kurdo a su manera, sin contar con los propios kurdos. Las formas recuerdan a las de los militares en su lucha contra el auge del islamismo en la república kemalista. Hoy es un partido islamista el que gobierna Turquía, y obtiene idénticos resultados en su lucha contra su archienemigo: el DTP ha doblado el número de municipios en su poder y se ha convertido en la primera fuerza en Kurdistán Norte y la cuarta en Turquía.
Así las cosas, es más que previsible que la polarización se acentúe. La única forma de evitarlo será ahogar a los kurdos hasta que voten al AKP pidiendo clemencia. Y es que el Partido de la Justicia y el Desarrollo ya amenazó en campaña: aquellos ayuntamientos que se salgan del redil verán cortada toda subvención o ayuda de Ankara, aunque esté ya aprobada. Pasamos al plan B: más represión, tanto policial como económica.
Durante las celebraciones del Newroz el pasado 21 de marzo, Abdulah Demirbas daba muestras de sus dotes de clarividencia. El alcalde por el DTP del distrito histórico de Diyarbakir, inhabilitado en 2005 y reelegido el pasado 29 de marzo con más del 70% de los votos, auguraba en entrevista a GARA: «Me dejarán presentarme, y una vez que haya tomado posesión de mi cargo me inhabilitarán y me encerrarán».