CRíTICA teatro
Atrapados en el tiempo
Carlos GIL
Revisar la historia del teatro es un buen ejercicio que requiere de acierto en la selección y de una clara toma de postura ante la obra, el autor y la época en la que se escribió y fue estrenada y su relación con el público actual. Esta obra no parece tener ningún elemento que la haga imprescindible. Ni es la mejor de su autor principal, ni el tema es interesante, ni contiene alguna novedad y ni se puede considerar como relevante en la historia del teatro de post-guerra realizado por los triunfadores.
Es, pues, una elección subjetiva de productores y dirección a la que se le debe reconocer, de entrada, el esfuerzo por convertir este teatro tan apergaminado, tan obsoleto en cuanto a sus formas, en algo más accesible a los gustos estéticos actuales. Y la verdad es que se nota la dirección, las ganas por sobreponerse a las limitaciones estructurales, a los tipos que pretenden ser personajes, que poco aportan a la trama, que se intenta apuntalar para que tomen peso.
En la misma dirección trabajan todos los miembros de la compañía y se acercan a un cierto aire paródico, casi museístico de cómo debió ser, pero como la propia trama es tan insignificante, se nos antoja todo como un capricho y lo único que vemos en primer plano es el tiempo escénico atrapado en un lugar indeterminado, y en él actores solventes haciendo teatro viejo, talento de mucho valor puesto al servicio de muy poco, de una obra más que banal, que huele a naftalina por mucho que lo hayan querido camuflar con una buena banda sonora.