Tal vez con películas como «Un conejo sin orejas» nos entre un complejo de falta de europeidad, porque en otros países del viejo continente esta película ha gustado mucho. Pero el humor alemán se nos resiste, aunque esta comedia es romántica, y ya se sabe que el amor es un sentimiento universal más fácil de compartir en cualquier lugar. También ha de ayudar el que Til Schweiger sea un actor conocido internacionalmente, al que pronto veremos como nazi en la realización bélica de Tarantino «Malditos bastardos». Es uno de los que más está contribuyendo a que el cine alemán sea conocido fuera de sus fronteras, con títulos como «El hombre deseado», «Llamando a las puertas del cielo» o «Los Dalton contra Lucky Luke». El actor y director forma pareja con Nora Tschirner, que se ha convertido en la actriz revelación germana con «Kebab Connection», y junto a la que nuestro Unax Ugalde acaba de rodar otra comedia romántica, aunque de ambiente culinario, titulada «Bon appétit». Además, en «Un conejo sin orejas» aparecen otras estrellas teutonas haciendo puntuales cameos, como el Jürgen Vogel de «La ola», que no duda en autoparodiarse.

Vaya por delante que Til Schweiger ya tiene pensado protagonizar y dirigir una secuela de «Un conejo sin orejas», al margen del inevitable remake norteamericano. Todo ello gracias a que su argumento ha llegado al corazoncito del gran público, al mostrar que en un mundo tan frío y competitivo como el actual las personas siguen sintiéndose atraídas las unas por las otras.

Él es un paparazzi sin escrúpulos, al que, por saltarse la legalidad durante el reportaje de una boda entre famosos, le condenan a trescientas horas de trabajos sociales. El destino querrá que cumpla su condena en una guardería regentada por una chica a la que de niños hizo la vida imposible. La primera intención de la maestra es vengarse, pero no cuenta con que va a acabar enamorada de quien creía su teórico enemigo, gracias a que la gente puede cambiar e incluso llegar a mejorar.