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Punto muerto en la UE cinco años después de su ampliación

Crisis global, Tratado de Lisboa en el limbo y falta de entusiasmo creciente. Cuando se cumple un lustro de la última gran ampliación de la UE, que supuso su extensión al este de Europa, y que se presentó como el fin de la división del Viejo Continente, la ampliación está en punto muerto, para desesperación de los Balcanes y del Estado turco.

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Los escenarios catastróficos agitados por los más críticos tras la entrada el 1 de mayo de 2004 de diez nuevos países en la Unión no se han cumplido según el guión.

El funcionamiento institucional de la UE no se ha gripado pese a que casi se ha doblado el número de estados miembros (de 15 a 27) de una UE que ha incrementado en un 34% su territorio y en un 26% su población, acercándose a los 500 millones de habitantes tras la entrada aquel año de diez nuevos países, seguida en 2007 por la adhesión de Rumanía y Bulgaria.

Es cierto que la llegada tres años antes a la UE de Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Chipre y Malta no trajo consigo escenarios como el que algunos auguraban de la llegada masiva de hordas de inmigrantes, personificados en el «fontanero polaco».

Incluso hay quien destaca que buena parte de esos países han presentado fuertes tasas de crecimiento económico y de creación de empleo. Hasta que ha llegado la crisis financiera mundial, que se ha convertido en una crisis global.

Una crisis que ha mostrado que el crecimiento macroeconómico de buena parte de estos países descansaba en los parámetros económicos que están en el origen de la situación actual y que han quedado completamente desacreditados.

Pero la falta de entusiasmo de cara a futuras ampliaciones viene de atrás, aunque es cierto que se ha exacerbado en los últimos tiempos.

La canciller alemana, Angela Merkel, acaba de reclamar «una larga pausa» tras la adhesión del siguente candidato, Croacia, prevista en 2010 ó 2011, para preservar «la reafirmación de la identidad y de las instituciones» de la Unión.

Para muchos estados, seguir con la ampliación llevaría aparejado el riesgo de una disolución del carácter político de la UE, un parón en la profundización de las políticas comunes y la victoria, a la postre, de los defensores de una supraestructura relegada al rango de un simple gran mercado.

Junto con Alemania, el Estado francés lidera un frente opuesto al ingreso de Turquía, estado con el que la UE lleva a cabo desde 2005 largas y procelosas negociaciones de adhesión.

Asimismo, Berlín ha bloqueado durante tres meses el procedimiento, puramente técnico, del dossier de la candidatura de Montenegro.

Eslovenia mantiene congeladas las negociaciones de adhesión de su vecino croata por un diferendo fronterizo. Una parte de las negociaciones con Turquía están asimismo congeladas por el conflicto que divide en dos la isla de Chipre y Grecia amenaza con crear dificultades a la candidatura de Macedonia a causa de una diferencia histórica con respecto a su denominación. Por lo que respecta a Serbia -otro país de los Balcanes que aspira a entrar en la UE junto con Albania y Bosnia-, el Gobierno de Belgrado sigue sin poder acceder a la antecámara de la UE por la oposición de Holanda, que exige la entrega de todos los presuntos criminales de guerra en el conflicto que asoló a la antigua Yugoslavia y que siguen prófugos.

Tratado de Lisboa y crisis

Para enredar aún más la madeja, estados de peso en la UE como el francés advierten de que no habrá nuevas ampliaciones más allá de los actuales Veintisiete mientras no haya sido ratificado por unanimidad el Tratado de Lisboa, que los irlandeses rechazaron en referéndum y que los checos siguen sin terminar de validar.

Por si esto fuera poco, la crisis económica -que está afectando con especial virulencia a los países del este- no ayuda, al contrario, a los partidarios de seguir con la ampliación, al fortalecer las «naturales» tendencias centrípetas en cada estado, que se alimentan con las protestas legítimas de los trabajadores contra las deslocalizaciones industriales hacia el este o contra su sustitución por mano de obra extranjera y mucho más barata.

Katinka Barysch, analista del Centro para la Reforma Europea de Londres, denuncia que el proceso de ampliación «ha sido secuestrado por los intereses nacionales».

Otros analistas insisten, por contra, en señalar que la UE sigue sin responder a una cuestión central, la de sus fronteras.

«Aunque en aras a lo políticamente correcto ningún europeo aceptará que en el fondo lo piensa, el tema está ahí y la ciudadanía y la identidad europeas no podrán nunca construirse si no es en el interior de un espacio político delimitado», advierte Jean-Dominique Giuliani, analista y presidente de la Fundación Schuman.

CROACIA

Eslovenia bloquea el proceso de adhesión de Croacia por la cuestión de la la frontera marítima, concretamente de la disputada bahía de Piran. Croacia considera que debería dividirse la bahía por la mitad, mientras que Eslovenia reclama toda la bahía y su salida a mar abierto.

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