Imanol Intziarte Periodista
Boletos para la rifa del virus del cuto
Tal y como lo cuentan, parece una película de esas de Jolivud, que el malo expande un virus por Nueva York y los habitantes de esa ciudad comienzan a caer como moscas. Y el villano tiene la vacuna, pero no quiere soltarla sin que a cambio le suelten un pastón. Y el héroe que, ¡ooohh!, es inmune a la enfermedad, trinca al pérfido contaminador, le mete una buena somanta de hostias, le quita el medicamento sanador, salva a todos y se morrea con la rubia. Happy end.
Pero no, se trata de otro virus, dicen que de la gripe porcina, que ha mutado y ataca a los humanos. O algo así. El caso es que han muerto ¿cuántas? ¿Una docena de personas? ¿Cien? ¿Quinientas? Una tragedia para sus allegados, pero una nimiedad para el conjunto de la humanidad si comparamos esta cifra con las víctimas que causa, por ejemplo, la falta de alimentación. Pero claro, a nosotros, occidentales de países desarrollados, el virus del hambre no nos va a infectar cuando estemos en Cancún con la pulserita de «todo incluido».
Por eso nos preocupamos tanto -gastamos tantos minutos, tanto papel, tanta imagen- con una enfermedad que, si en vez de extenderse por vía aérea, se extendiera bebiendo agua contaminada porque no tenemos otra cosa con la que saciar nuestra sed, nos la traería más bien al pairo. ¿Nos preocupa que la gripe se extienda por todo México, o lo que nos da miedo realmente es que el vecino del cuarto que comparte ascensor con nosotros acabe de aterrizar de un avión procedente de Tijuana? ¿Es el número de fallecimientos o el temor a saber que, en este caso, no somos invulnerables? Desgraciadamente, son excepción quienes no se aferran al «mientras que a mí no me afecte...».
Si tuvieran fuerzas suficientes, quienes pierden la vida porque no tienen ni lomo, ni jamón, ni txistorra, ni siquiera un mísero mendrugo de pan que llevarse al estómago, se descojonarían de nuestras preocupaciones y sentenciarían con aquello de que «del cerdo todo se aprovecha... hasta los virus». Y tras pontificar, todos a merendar.