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Derecho a la pereza el uno de mayo

Josu MONTERO | Escritor y crítico

Una extraña locura invade a las clases obreras en las naciones donde reina la civilización capitalista. Esta locura arrastra tras de sí las miserias individuales y sociales que torturan a la triste humanidad. Esta locura es el amor al trabajo». Quien esto escribía en 1880 es el introductor en el Estado español de la I Internacional y yerno de Marx, Paul Lafargue. Su «El derecho a la pereza» es una refutación radical del derecho al trabajo. Conviene recordarlo el Uno de Mayo. No estaría nada mal que algún teatrero audaz se atreviera a trasvasar al escenario este texto tan necesario.

El teatro es una herramienta privilegiada para desvelar y desmontar los mecanismos perversos que sustentan las relaciones laborales y, de rebote, las humanas, en el capitalismo. El personaje único de ese monólogo torrencial y salvaje que es «La noche justo antes de los bosques», de Bernard Koltès, le da vueltas a esto del trabajo, y lo tiene muy claro: o la fábrica o la vida; aunque la carencia de trabajo «nos vuelva ligeros y el más leve soplo de aire nos arrastre». En la exitosa «El método Gronholm», de Jordi Galcerán, y en «La petición de empleo», del gran dramaturgo galo Michel Vinaver, el tema central son las pruebas y entrevistas de selección de personal, un territorio demasiado cercano al teatro del absurdo. Vinaver es también guionista de una tremenda película de Costa Gavras sobre la misma cuestión: «Arcadia», en la que un alto ejecutivo en paro, y modélico y desesperado padre de familia decide quitar de enmedio expeditivamente a los demás candidatos con su perfil laboral. También de Vinaver es «Disidente, claro», descarnado y depuradísimo análisis de cómo la situación laboral y económica determina nuestra existencia más íntima y privada. El acoso laboral al trabajador que tiene la desfachatez de plantarse ante el abuso es el meollo de «Comida para peces», la pieza con la que el madrileño Javier de Dios López obtuvo el premio Euskadi hace un par de años. La feroz competencia y la insolidaridad entre los trabajadores promovidas por la empresa es el tema que aborda sin piedad el norteamericano David Mamet en una de sus mejores dramas: «Glengarry Glen Ross». Ramón Barea ha vuelto a la dirección con «Emma» -publicada por la editorial vasca Hiru-, del también norteamericano Howard Zinn, una obra valiente que nos presenta la vida de Emma Goldmann, incansable activista por los derechos de los trabajadores y de las mujeres en la negra época de la industrialización más salvaje.

El dramaturgo Luis Araujo está ahora mismo triunfando en el Teatro Español de Madrid con su obra «Mercado libre» -publicada por la editorial vasca Artezblai-; dos únicos personajes, un abogado cínico y corrupto y una prostituta extranjera, cuyos diálogos nos muestran en carne viva esta sociedad nuestra como un mercado libre en el que todo tiene un precio -«Las leyes sólo establecen los precios», afirma él- y donde no se compra el trabajo y el tiempo de las personas, sino a las personas. La prostitución como metáfora del mercado globalizado. ¿Metáfora?

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