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Txisko Fernández Periodista

Un futuro sembrado de mentiras

Tras pasar dos meses en la recámara -las elecciones al Parlamento de Gasteiz se llevaron a cabo el 1 de marzo-, Patxi López se expondrá ante los focos mediáticos, por fin, el próximo martes. Dos meses después del fiasco cosechado en las urnas por el PSE y del éxito logrado en el reparto «legal» de escaños por el PP, López abandonará la trastienda en la que ha permanecido mudo hasta el momento. Quizás haya preferido quedarse al margen del escenario público para meditar a fondo sobre cómo ha podido suceder lo que ha sucedido: que haya logrado su objetivo final, ser lehendakari, sin lograr su objetivo inicial, que no era otro que superar al PNV, o al menos pisarle los talones, en el recuento de votos.

La respuesta es muy fácil pero López y los suyos se niegan a proclamarla a los cuatro vientos: PSOE y PP han conseguido la mayoría en el Parlamento de las tres provincias por el único método que tenían a su alcance, que no era otro que desvirtuar el resultado corrompiendo la legislación electoral a golpe de ley y con todas las «garantías democráticas» que les otorgan sus jueces y sus policías. Supongo que algún sicólogo nos podría aclarar qué nombre recibe ese desarreglo mental que debe generarse cuando, a pesar de ser consciente de que el caballo es blanco, alguien afirma públicamente que es más negro que el carbón. Claro que para este galimatías también hay una solución muy fácil: están mintiendo conscientemente siguiendo uno de los principios instaurados por el nazi Goebbels como base de la propaganda política.

Aunque no espero que Juan José Ibarretxe ni Joseba Egibar opten en la sesión del martes por echarle en cara al candidato del PSE su falta de legitimidad, es más que probable que éste se sienta obligado a responder a esa acusación. En ese caso, lo hará repitiendo «sus» mentiras con la intención de que vayan calando en la ciudadanía vasca como verdades absolutas. Y luego nos hablará de un futuro esperanzador y nos dirá que todos tenemos que arrimar el hombro. Yo lo haría encantado, eso sí, si fuera para derribar ese futuro de mentiras.

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