Los propósitos de enmienda del Eibar volvieron a darse de bruces con la realidad. El equipo azulgrana protagonizó en La Nueva Condomina la enésima versión de una historia tristemente conocida, la que habla de un equipo condenado por sus propios errores.

Condenado a la derrota -la de ayer fue la vigésima de la temporada- y, por extensión, al descenso. Porque incluso la palabra milagro ha quedado prácticamente descartada. Aún ganando los siete encuentros que restan, la permanencia no está asegurada. Ni siquiera el 19º puesto, que podría resultar beneficiado por la pedrea ante los serios problemas económicos de muchos clubes, se ve ahora mismo al alcance. Por los seis puntos de distancia -podrían ser nueve si el Alavés gana hoy- y por la dinámica, totalmente penosa, en la que ha entrado el equipo, que acumula más de dos meses sin conocer la victoria.

Y no mejorará si sigue regalando partidos. Porque no puede calificarse de otra manera lo sucedido ayer en Murcia. Explicaba Josu Uribe antes de partir que el camino hacia la victoria pasaba, en buena medida, por permanecer el mayor tiempo posible con la portería inmaculada, en un intento de que su rival, también muy necesitado, se dejase llevar por los nervios. Bien, pues en un cuarto de hora, el Murcia ya tenía dos goles de ventaja, merced a sendos obsequios de los armeros.

El primero, transcurridos apenas ocho minutos, cuando Arruabarrena despejó dentro de su propia portería un balón colgado al área. El disgusto se convirtió en desesperación casi de inmediato, con una falta de entendimiento entre López Rekarte y Zigor, que permitió a Despotovic anotar a placer el 2-0 que resultó definitivo.

La reacción azulgrana, con «toque» del técnico en el descanso incluído, no llegó hasta el segundo tiempo. El fútbol del Eibar tenía más voltaje que kilates, pero al menos sirvió para acercarse con peligro a la portería de Elía. Incluyendo un disparo de Natxo Insa al palo -aunque el Murcia respondió con otro larguerazo en la recta final-, un buen disparo de Alaña desde fuera del área o un par de córners bien cabeceados por Añibarro.

Pero el tiempo se agotó sin que el Eibar mejorase el resultado. Tampoco su destino.