Josebe Egia
¡Al tiempo!
Ya hay nuevo gobierno en la CAPV y, aunque txaskarrillos no faltan sobre la modernez de la toma de posesión -en la que, por eso de marcar distancias, hasta el txistu les sobró para el aurresku-, de momento lo más notorio es que ni siquiera es paritario, seis hombres y cinco mujeres, eso sí, una de ellas portavoz, quizás para compensar. Ahora lo curioso será ver qué pasa con los siguientes escalones, pero me apostaría algo a que al final primarán las corbatas. ¿Y las leyes de igualdad? Pues, si ni siquiera en lo formal se les tiene en cuenta, difícil que al gobernar se incorpore la perspectiva de género.
Esta constatación de más hombres y menos mujeres en altos cargos es algo que la consultora Hudson ha detectado en un estudio reciente. Su conclusión es que la crisis dificulta a las mujeres acceder a los puestos más altos en las organizaciones. Según este estudio, la recesión económica podría hacer que las mujeres tuvieran todavía más problemas de los que ya tienen para entrar a formar parte del consejo de dirección de las empresas. El hecho es que los directivos «senior», en su gran mayoría hombres, están confiando en sus iguales y en sus rasgos de liderazgo para tratar de sobrevivir a la crisis. Es decir, seguirán promocionando a aquellos que muestren características más «masculinas» y, por lo tanto, familiares y más seguros para ellos. Deben seguir la máxima Ignaciana de «en tiempos de crisis no hacer mudanzas»... de valores, en este caso.
Paradójicamente, este estudio, para el que se han analizado a más de 65.000 personas, señala que las mujeres pueden liderar mejor que los hombres si no son forzadas a adoptar el estilo masculino y sacrificar sus instintos naturales, ya que -según dicen- tienen una habilidad innata para ser altruistas, orientadas hacia la gente, cooperadoras y abiertas, lo que hace que estén mucho mejor preparadas para liderar las organizaciones del siglo XXI. Sin embargo, son todos esos valores, precisamente, los que están frenando la promoción de las mujeres dentro de sus propias organizaciones.
Esta situación no deja de ser un problema para muchas mujeres en puestos de liderazgo, sobre todo si no tienen clara la cuestión de género. Así, se encuentran ante un dilema: si actúan como el «típico» líder masculino, se las percibe «duras», «frías», «ambiciosas», porque su comportamiento desentona totalmente con aquellos estereotipos percibidos como femeninos. Ahora bien, si se comportan como la «típica» mujer, son vistas como menos capaces, porque los rasgos masculinos todavía son percibidos como más efectivos.
Como consecuencia, muchas están mimetizando el liderazgo masculino como un modo de alcanzar los puestos altos en sus organizaciones, y este sí que es un grave problema, social en este caso, porque refuerza la jerarquía de los valores dominantes masculinos sobre los femeninos.
Será interesante ver qué pasa en este Gobierno. Si prima el modelo «clon masculino», como es de temer, o estoy totalmente equivocada. ¡Al tiempo!