Nací el mismo día en que años antes lo hiciera Bibiana Fernández -antes Manolo Fernández como tantos otros- y algún lustro después naciera Robbie Wiliams. Da la casualidad de que admiro a los dos personajes por razones muy bien parecidas. No me importaría nada haber cambiado de un sexo a otro (todavía y siempre estaré a tiempo de hacerlo ¿o no Doctor House?) como la tangerina y muchísimo menos haber perpetrado alguno de los videos que Williams ha producido a lo largo de su polémica carrera. Muchos en el mundo tienen curiosidad por sus semejantes, o a mí así me lo parece. Sin embargo casi todos en una época más ingenua y frívola y, sobre todo anterior, hemos leído esos fragmentos horoscópicos donde hay un listado de personajes que vinieron al mundo como uno mismo el 24 de junio o el 7 de abril a lo largo de los años. No hay nada que una más ni menos que lo inventado, lo inexistente, la fantasía. Lo tangible, muchas veces es catalizador de grandes odios y brechas abismales insuperables. Díganselo si no a Lydia. Una casa puede unirte mucho a alguien. Su status no te digo más. Y la sangre de tu sangre y de la suya hasta la muerte.

Esta semana pasada en nuestra tierra la sangre no ha llegado al río. No hemos advertido la presencia de los Cuatro Jinetes de Bonanza... pues no ha devenido el Apocalipsis. Y creo que se lo debemos al agorero. Seguramente fue Nostrasladamus y no otro quién advirtió al ex antorcha de Ajuriaenea que no iba a haber prórroga ni muerte súbita sino algunos cambios en defensa y ataque provenientes del equipo contrario. Yo no se si me explico pero sé que ustedes lo entienden. Cada cual a su manera, nos parecemos como dos gotas de agua (aunque ya se conoce que no hay dos iguales) a quien queramos agotar.

Por mi ejemplo Bibiana. Creo que tenemos mucho en común. Y usted y yo también hombre de Dios. Yo quiero ser feliz. Y ya observo que es fácil. Sólo hay que encender la televisión y mirar al fondo de la pantalla a la derecha: Ya me dirán qué han visto.