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Sabino Cuadra Lasarte abogado

¡A la calle!, que ya es hora

El autor rememora los versos de Gabriel Celaya, que el cantautor Paco Ibáñez convirtió en célebres hace ahora 40 años y que dan título al artículo, para reivindicar el poder de la movilización social frente a la dominación político-institucional. No faltan datos que apoyen la necesidad de la huelga general del 21 de mayo, pero es a su vez necesario apelar a las sensaciones, a las diferentes motivaciones, a los valores y a las ilusiones de aquellos que sufren las consecuencias de una crisis que otros provocaron pero de la que no asumen ni responsabilidades ni mucho menos consecuencias.

Año 1969. Paco Ibáñez cantaba en el Olimpia de París: «¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo!». Los versos de Gabriel Celaya siguen siendo de plena actualidad.

Hace tan solo ocho meses, el FMI predijo que el PIB español crecería un 1,2% en 2009. El Gobierno negó tajantemente que existiera crisis alguna y afirmó que, a lo más, se trataba de una mera «desaceleración» económica. Poco después, cuando la crisis era ya innegable, el ministro Solbes dijo desvergonzadamente que la misma serviría para «sanear la economía». Pero el FMI afirma ahora que «2009 será un año horrible» y que «la recuperación será lenta y penosa, de al menos tres años y medio a partir de tocar fondo», cosa que aún no ha hecho.

La economía española está siendo una de la más golpeadas por la crisis. Desde el verano pasado, casi un millón y medio de personas han perdido su trabajo. En la zona euro, dos de cada tres desempleados nuevos son españoles. Cuatro millones de parados «sanean» hoy la economía, a mayor gloria de Solbes. Más de 160.000 lo hacen en Euskal Herria, 40.000 de ellas en Nafarroa. Se habla ya de un desempleo del 20% y de cinco millones de personas paradas para fin de año.

Mientras tanto, la Banca y multinacionales patrias siguen forrándose: Banco Santander, 8.876 millones de euros de beneficio durante 2008; Telefónica, 7.592 millones; BBVA, 5.020 millones... A sus consejeros y ejecutivos tampoco les va mal. El presidente del BBVA ha ganado 14 millones de euros durante 2008 y el ingreso promedio (declarado) de los consejeros y directivos de las grandes empresas del IBEX 35 es de 600.000 euros/año. Mientras tanto, en el Estado más de un millón de hogares carece de ingreso salarial alguno y tiene a todos sus miembros en paro.

ELA, LAB, ESK, EILAS, EHNE e HIRU han convocado una huelga general para el 21 de mayo. Su llamamiento critica la política neoliberal del Gobierno de Zapatero (desregulación laboral, recorte de gastos sociales, trasvase de fondos públicos a la Banca...) y la de los de la CAV y Nafarroa: fiscalidad favorable a las rentas altas, rebaja de impuestos, permisividad con el fraude fiscal... Los objetivos son «la denuncia de la destrucción de empleo y del chantaje patronal, la crítica a las actuales políticas sociales y presupuestarias y la exigencia de instrumentos para abordar la crisis en Euskal Herria».

Desde el mismo momento de su convocatoria, un chaparrón de críticas ha llovido sobre la misma. A PP, UPN y PSOE no les ha gustado nada el llamado a la huelga. Era de esperar. Tampoco al PNV y EA, antiguos socios en el Gobierno de Ibarretxe, fuertemente vapuleado en la convocatoria. Aquí en Nafarroa, NaBai guarda silencio. Tras votar en Madrid a favor de los 100.000 millones destinados a sanear la Banca, ahora, ante la huelga general, la coalición calla. A nivel político, la convocatoria sólo ha sido apoyada expresamente por la izquierda abertzale y Aralar.

A pesar de que la huelga denuncia expresamente la política de los gobiernos de Madrid, Gasteiz e Iruñea y que su convocatoria abarca también a Nafarroa, el PSOE-PSE afirma que su objetivo es golpear al gobierno de Patxi López. El tándem CCOO-UGT, esperando incrementar su espacio institucional/financiero en la CAV, aplaude la tesis y afirma que la huelga carece de objetivos. Junto a ellos, algunos tertulianos, expertos ellos en huelgas generales inmaculadas y preocupados quizás por la posible pérdida de micro, cámara e ingresos que pudiera derivarse caso de incordiar al PSE de Ajuria Enea, socavan la convocatoria con ingeniosas críticas.

La situación no es nueva. Nunca el PSOE/PSE/PSN ha apoyado huelga general alguna. Menos aún el PNV, UPN o el PP. Esperar, por otro lado, que CCOO y UGT, corresponsables del deterioro social que padecemos, estén por la pelea, es pedir peras al olmo. Pero no es la primera vez que las mayorías sociales se han abierto paso en Euskal Herria en contra de las mayorías institucionales. Así fue en el referéndum constitucional y en el de la OTAN. Sucedió lo mismo con la insumisión y con la huelga general por las 35 horas de hace diez años. Por eso nos niegan hoy el derecho a pronunciarnos sobre el polígono de las Bardenas o el TAV. Saben perfectamente que, en muchos casos, las instituciones representan muy poco.

La huelga del 21 es bastante más que una huelga sindical. La crisis golpea a muy diversos sectores sociales y de muy distintas maneras. Jóvenes e inmigrantes precarizados son los colectivos más afectados. Las mujeres ven crecer a marchas forzadas la doble jornada y el trabajo no pagado. Los recortes presupuestarios deterioran aún más la existencia de los sectores sociales más débiles y la sanidad y la enseñanza se resienten. El recorte de subvenciones golpea al mundo euskaltzale y a todo tipo de colectivos sociales. Los créditos e hipotecas asfixian a decenas de miles de personas y familias, pero son el TAV, la Banca y las empresas las únicas en llevarse los dineros públicos. Por eso, frente a esta crisis global, la respuesta ha de ser también global. Todo el mundo tiene su espacio en esta huelga.

«¡A la calle! que ya es hora de pasearnos a cuerpo...». La huelga general ya ha comenzado. La bola ha empezado a rodar y debe llegar al día 21 potente y arrolladora. Los sindicatos convocantes están volcados en la labor pero la tarea es general. Además, los medios para impulsarla están al alcance de cualquiera: rotuladores, sprays, listas de correos, carteles de todo tipo... deben extender los motivos y llamamientos de la huelga. Almuerzos de currelo, charlas de cuadrilla y comidas familiares son marcos inmejorables para debatir el tema y contrarrestar la interesada campaña mediática opuesta a la huelga. ¡Que corra la bola!

Lo dice el FMI y la Comisión Europea: lo peor de la crisis está aún por llegar. Por ello la huelga del 21 no debe ser el final de nada sino tan solo un punto de inflexión ante la situación a la que nos ha llevado el neoliberalismo rampante de las décadas pasadas. No se trata de refundar capitalismo alguno, sino de abrir caminos en una dirección diferente. «Otro mundo es posible», afirmaba el movimiento antiglobalización hace tan solo unos años. Para algunos se trataba tan solo de una frase para imprimir camisetas o amenizar tertulias. Pero la hora de la verdad ha llegado. Hace falta «...mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo!»

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