Gloria Rekarte ex presa
Virus
Estigmatizados ahora, además de arrinconados siempre, los inmigrantes mexicanos se han convertido en el centro de las iras de los impolutos yanquis, acostumbrados -aunque en eso no son los únicos, ni mucho menos- a asistir impávidos a las miles de muertes anuales que virus y bacterias, mosquitos y otros microscópicos y letales bichejos causan en el territorio comanche de la pobreza extrema. Ahí, en lugares lejanos sin exotismo ni resorts donde uno no tiene que ir para nada y donde los contagios y las epidemias adormecen discretamente en estadísticas que nadie está obligado a leer. Ahí, donde pase lo que pase, nunca pasa nada.
Pero este asqueroso virus de puercos, ni siquiera ha tenido la decencia de respetar el «american way of life», ese que, por cierto, crece y se nutre de los sueños y el sudor de los que tanto desprecia. Claro que en esto tampoco los yanquis son los únicos.
Curiosamente, el mismo «way of life» que permitió al funcionario de turno terminar su ídem y tomar las de Villadiego para unas plácidas vacaciones, haciendo caso omiso del organismo sin identificar aparcado en su laboratorio. El horario es el horario. Pero de esto sabemos poquito, son cosas que no conviene airear. EEUU ha dejado, y muy conscientemente, que México apareciera como la cuna de esa pandemia que nos tiene en vilo, pendientes todos como nunca de cada nota y valoración de la OMS. Y los chicanos han aparecido no ya como causantes, sino como culpables, porque allí mismo, en el país de todas las libertades, mientras la influenza porcina pasaba la Semana Santa desperezándose en el laboratorio, otro virus, auto-inmune, demoledor, activo siempre, siempre agresivo, desplegaba su particular pandemia: el de la xenofobia.