Dortmund queda hoy más lejos que nunca
Jon ORMAZABAL
En el día que se cumplían ocho años desde que aquel grupo de «retales» que nadie había querido maravillara a Europa en aquella magnífica final del Westfalenstadion, el Alavés jugó uno de los partidos más transcendentes de su historia y, a pesar de que aquella vez se perdiera y ayer al menos se empató, las sensaciones no pueden ser más contrapuestas. Y es que, si la chispa, la ilusión y la ambición marcaron aquel equipo que vestía de rosa, este año, el Alavés es un equipo gris, lento, pesado y atenazado que defraudó por resultado y ambición. Aunque da mucho que pensar que hubo más aficionados albiazules en Dortmund que ayer en Mendizorrotza, la afición, especialmente los más bulliciosos, volvieron a merecer durante el partido aquel premio de 2001, pese a los incidentes que hubo a la salida de los jugadores, que abandonaron Mendizorrotza por otra puerta custodiada por la Ertzaintza.