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Criminalización del apoyo a los presos políticos vascos

La solidaridad una práctica en el punto de mira

La lejanía y el aislamiento al que someten a los presos políticos no es impedimento para que su situación esté presente en nuestras calles. Cada fin de semana, centenares de familiares se convierten en testigos directos de la política penitenciaria para luego socializar y denunciar todo lo que ven allí. Ahora este hilo conductor pretende ser segado por los ejecutivos de Gasteiz e Iruñea que cada día dan una vuelta de tuerca más con el objetivo de silenciar la solidaridad.

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Manex ALTUNA | Oihana LLORENTE

Lejos, muy lejos de Euskal Herria, existe una realidad despiadada e inhumana. Un lugar donde las condiciones más básicas para desarrollar una vida brillan por su ausencia. Donde la suciedad se apodera del terreno y los rayos del sol no consiguen colarse entre los barrotes. Donde estar aquejado de una enfermedad incurable no conlleva atención médica alguna y donde tener una fecha de salida no supone una oportunidad para dejar atrás ese lugar. Así son las cárceles españolas y francesas y allí viven, o transcurren sus días, cerca de 750 ciudadanos y ciudadanas vascas, 750 hermanos y hermanas, padres y madres, cuñados, sobrinas y nietas.

Esta realidad remota y silenciada ha conseguido, sin embargo, hacerse un hueco entre nosotros y nosotras. El esfuerzo que muchos han realizado durante años ha logrado sacar a la luz la situación que padecen los prisioneros a cientos de kilómetros de sus pueblos, y ha supuesto que esta vulneración sistemática de derechos humanos no sea desconocida. Este empeño y trabajo constante, desarrollado en silencio, ha logrado además, que muchas personas se hayan sumado a la denuncia de esta situación.

Un mapa negro y dos flechas rojas. Este símbolo que reclama la repatriación de los represaliados políticos vascos se puede encontrar en todos los rincones. Balcones, comercios y bares de toda la geografía vasca enarbolan esta exigencia a la que la gran mayoría de la sociedad ha dado su respaldo en infinidad de manifestaciones, recogidas de firmas y de mil formas más.

Ahora, sin embargo, la denuncia de esta situación parece estar perseguida y se ha situado en el punto de mira del nuevo Ejecutivo de Gasteiz, como ya lo era para el Gobierno de Miguel Sanz. Desde que los medios españoles empezaran a señalar rincones de nuestra geografía bajo el calificativo de «muros de la vergüenza» por mostrar las fotografías de los presos políticos, la Ertzaintza se ha desvivido por borrar cada rostro que ha encontrado, bien sea en forma de mural, fotografía o cartel. Arrasate fue la localidad elegida para iniciar la caza de brujas, pero tras ella han venido la retirada de fotografías de Zaldibia, Urduliz, Segura, Donostia, Santurtzi...

Han sido incontables las amenazas que diferentes cuerpos policiales han lanzado a manifestantes por portar las imágenes de los presos. En el barrio iruindarra de la Txantrea fue más que una amenaza, ya que agentes de la Policía española cargaron con saña contra un grupo de personas que cantaba villancicos en Navidad.

La semana pasada, sin embargo, la estrategia contra la solidaridad hacia los presos políticos vascos dio una vuelta de tuerca más y agentes de la Ertzaintza irrumpieron a altas horas de la madrugada en domicilios donostiarras para apoderarse de banderolas en favor del preso Jon Aginagalde, que cumple en estas fechas 25 años en prisión.

Cuatro agentes encapuchados y con una orden emitida desde el Departamento de Interior del Gobierno de Lakua fueron casa por casa alrededor de las cuatro de la madrugada, despertando a niños y mayores para que les entregaran las banderolas. En el auto se indicaba que por mostrar esa imagen se podría estar incurriendo en un delito de «enaltecimiento del terrorismo».

Malen Igarate, una de las afectadas por la irrupción policial, detallaba escandalizada a GARA lo ocurrido. Explicó que suele sufrir taquicardias y que al despertarse y ver a los policías encapuchados se puso muy nerviosa y se mareó. «Les dije que no había derecho que por un cartel vinieran a esas horas y que en esa casa vive su nieta de meses».

Joseba, otro vecino de la Parte Vieja donostiarra, también mostraba su indignación y apuntó que cuando los ertzainas se marcharon le espetaron: «¿Qué, sorprendido?, pues que duermas bien». Ninguno de los dos podía esconder la rabia y apuntaron que al volver a la cama se arrepentieron de haberles dado la banderola, «pero en esos momentos lo único que quieres es que los policías se vayan de tu casa», destacaron.

La vecina de Donostia recuerda cómo viajaba hasta Madrid para poder visitar a su sobrina en prisión, «hemos viajado hasta para diez minutos, ¿cómo no vamos a defenderlos aquí?» se pregunta. «Yo no sé si ellos tienen arraigo a la familia, pero nosotros sí, y mucho», explica con sinceridad.

Y es que este trabajo de denuncia y solidaridad con los más afectados por la política de dispersión es desarrollado especialmente por los testigos directos de esta realidad, los familiares de los represaliados políticos.

«Periodistas de la cárcel»

Tras pasar horas en interminables viajes, escuchan atentamente el testimonio que sus seres queridos les ofrecen durante la visita. Los prisioneros les relatan cómo viven allí dentro, la fuerza que les dan los kides o la ilusión de recibir una carta o un regalo de cumpleaños de algún joven al que no conocen. También les detallan las conculcaciones de derechos o palizas que sufren allí dentro y lo difícil que es comunicarse con el exterior en tan sólo 40 minutos. Todo ese testimonio se queda grabado en la memoria de cada allegado y cuando dejan atrás la prisión empiezan a socializar y a denunciar la situación a la que tienen sometidos a sus familiares. Así explica a GARA la función que desempeñan los familiares de los presos la integrante de Etxerat Jone Artola, que afirma que son «los periodistas de la cárcel»; «nosotros no nos imaginamos nada, vamos allí y describimos con naturalidad lo que vemos, sacamos la realidad de las cárceles a la calle», asegura orgullosa.

Artola hace estas declaraciones ante Sabin Etxea, donde todos los viernes se concentran a la espera del autobús que traslada a los allegados hacia las prisiones andaluzas. Ni siquiera recuerda cuándo se iniciaron las concentraciones, aunque asegura que las encarteladas ante el Arriaga llevan más de cinco lustros. Incide en que pese a que se afirme que la dispersión ha cumplido dos décadas, los presos llevan más años lejos de Euskal Herria, ya que antes de su puesta en marcha estaban recluidos en cárceles como Soria o Carabanchel. También recuerda cómo unas amatxos, a principios de los ochenta, denunciaban en la calle que sus hijos habían sido trasladados a la cárcel de Puerto.

Los donostiarras también hablaron con GARA mientras intentaban buscar el rostro de su ser querido entre las decenas de fotografías, algo que como aseguraron tienen la «intención de seguir haciéndolo; y si no es con las fotos ya idearemos algo, pero estaremos aquí», avisaron.

Testimonios

«Imajinatu zer sentitu genuen amak eta biok, seme eta nebaren kartela kentzera behartuta ikusi genuenean geure burua»

Araceli AGINAGALDE
Jon Aginagalde presoaren arreba

«Argazki bat balkoian jarrita edukitzea delitua izatea miserablea da, eskrupulurik gabekoa. Nik neure kabuz kendu nuen argazkia, etxean oso heldua den ama eta umetxo bat dudalako, eta beldurra nuen, noiz eta nola etorriko ziren. Imajinatzen duzu nire amak eta nik zer sentitu genuen semea eta nebaren argazkia kentzen? Oso minduta geunden, sekulako inpotentzia sentitu genuen. Gainera euren argazkiak kalean ikustea oso garrantzitsua da guretzat. Nire nebaren argazkia beste balkoietan ikustean poza sentitzen nuen, jendeak maite duela erakusten du; ez dutela ahaztu, eta senideontzat laguntza handia da elkartasun hori».

«Quieren quitar a los presos políticos de la calle y, de rebote, a nosotros, sus familiares»

Josune DORRONSORO
Hermana del preso José Mari Dorronsoro

«Lo que buscan es quitar a los presos de la calle, y de rebote, a los familiares. Pretenden retirar una realidad de la calle, una realidad que seguiremos denunciando. La forma más simbólica es llevándoles por la calle, pero hay otras maneras, y si hace falta las encontraremos. Tenemos toda la intención de seguir sacándoles a la calle porque para nosotras es tenerlos presentes, son nuestra familia, es como si salieras con tu hermano, tu hija o tu compañero a la calle, es sacarles a pasear y que estén con nosotros un rato; Y por supuesto denunciar lo que les ocurre allí donde están y reclamar que deberían estar aquí, resolviendo este conflicto».

«Nuestro ánimo no decae porque sabemos que estamos luchando por los derechos de los presos y seguiremos adelante»

Mertxe SAN PEDRO
Madre del preso Felipe San Epifanio

«Cada vez, tanto los presos como nosotros, tenemos menos derechos y más dificultades para salir a la calle a denunciar esto, pero hemos tenido que hacer frente a tiempos muy duros antes también. Hemos luchado mucho en la calle por nuestros hijos y también hemos recibido mucho a cambio, así que seguiremos aquí, porque nunca dejaremos a nuestros hijos. Si nos prohíben lo que hacemos ahora ya idearemos algo. Nuestro ánimo no decae porque sabemos por lo que estamos luchando. Semana tras semana nos concentramos para denunciar las vulneraciones de derechos que sufren nuestros hijos y así seguiremos».

«Goizeko ordu txikietan, argazki bategatik, familia oso batengan izua zabaltzea astakeria da»

 Garbiñe BERASATEGI
Ertzaintzak etxeko banderola kendu zion

«Goizeko laurak aldera txirrina jo eta jo aritu ziren, umeak esnatu eta kexuka hasi ziren, baina zorionez, ez ziren ohetik altxatu eta ez zituzten ikusi etxera etorri ziren lau ertzain kaputxadunak. Atea ireki eta banderolaren bila zetozela esan zidatenean, etxean umeak bizi zirela eta haiek ez zirela orduak esan nien. Balkoira joan eta ohiko banderola eman nien, hori eskatzen zidatela uste nuelako, baina haiek ezetz, mutil baten argazkia zuena nahi zutela. Ematen ez banien gainera, «terrorismoa goratzea» leporatuko zidatela egin zidaten mehatxu. Biak eraman zituzten azkenean. Astakeria da ordu horietan etortzea, beldurra sortzea dute helburu».

«Tratan de ocultar que hay presos políticos y nos quieren borrar del mapa, pero nunca vamos a dejar a nuestros hijos indefensos»

Francisca ENDEMAÑO
Madre del preso Jorge González

«Están muy crecidos y buscan venganza, pura y dura. Tienen que atacarnos por algún sitio y empiezan por ahí, por las fotos. Ni nosotros como familiares ni ellos como presos tienen derechos. Tratan de ocultar que aquí hay presos políticos, y lo hacen quitándonos a nosotras de las calles. No hay derecho, nos quieren borrar del mapa, pero no lo van a conseguir, tendremos que aguantar porque lo que nunca vamos a hacer es dejar a nuestros hijos indefensos. Juegan con nosotros y con nuestros hijos al ajedrez, mi hijo está en Algeciras, cada vez que vamos 500 euros, y su compañera en París; quieren ahogarnos económicamente también».

«Aunque todavía no podemos decir qué va a pasar con el PSE, tiene mala pinta al empezar quitando las fotos»

Ana Mari LARRAÑAGA
Madre de Agustín Almaraz

«Todos los viernes desde hace ya más de quince años nos concentramos frente a Sabin Etxea para decirle al PNV que ellos fomentaron la dispersión ya que estaban mandando cuando comenzó. Mi hijo se encuentra en prisión desde 1995 y está en Puerto III. Queremos que nuestros hijos estén en Euskal Herria. Cada vez nos encontramos con más dificultades y la sociedad se está volviendo un poco cómoda. Aunque todavía no podemos decir qué va a pasar con el Gobierno del PSE, han empezado quitando fotos en pueblos como en Arrasate y tiene mala pinta. A pesar de todo, pensaremos algo y le haremos frente. Ya idearemos algo».

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