Iñaki Urdanibia Doctor en filosofía y crítico literario
¡No somos tontos!
Decir que es una huelga política no ha de suponer descrédito alguno, pues realmente a lo que apunta la convocatoria de huelga es a exigir un cambio en la política económica de una patronal insaciable a la que alimentan -con sus medidas- los gobiernos y gobernillos tanto en manos de neoliberales de derecha como de pretendida izquierda
Para el veintiuno de este mes está convocada una huelga general a nivel de Euskal Herria y ante ella varias falacias han sido mantenidas y propagadas por los bomberos de turno. Unos, ciertos sindicalistas que gozan de los favores del Estado para que sus fondos se nutran convenientemente, y que son condecorados por impresentables -como el Gobierno de UPN- por sus favores para la buena marcha de los negocios, se quejan de que los organizadores no se hayan puesto en contacto con ellos, al tiempo que añaden que no es el momento, y leo, por último, que ahora una huelga general no soluciona nada (lo dice el jefe de los cocos a nivel estatal). Otro -el espumita Rodolfo Ares, y lo digo porque siempre está arriba-, y en su senda otros corifeos, dice que es una huelga política y que desde luego no da ni un voto de confianza a las medidas de López, y así. Vamos por partes.
Con respecto a los primeros, hace falta valor para quejarse cuando: a) su concepción del marco de lucha es diametralmente diferente de la de los convocantes, y se aprovechan del marco estatal para tratar de ningunear las mayorías sindicales aquí existentes; b) sus posturas son constantemente la de salvar la ropa a la patronal: mil y una reivindicaciones cerradas en falso y hasta con firmas unilaterales por parte de esos a los que tanto se les llena la boca con la palabra unidad -las condecoraciones antes mentadas en el caso de Nafarroa son una muestra paradigmática ante la que me sorprende que no se les caiga la cara de vergüenza-, y c) cuando se les llena igualmente la boca -pequeñita ella- con la defensa del empleo y con que no van a dejar que la patronal se forre a costa de los obreros, para luego llevar políticas de mangoneo que les mantenga cerca de despachos y sus respectivas cajas repletas de fondos (y, claro, nadie muerde la mano de quien le alimenta). En este orden de cosas, llama la atención el discurso anticapitalista -de boquilla- de IU, a los que luego se les ve desfilando y manteniendo las posturas absolutamente conciliadoras y de pasteleo de la central sindical a la que suelen pertenecer sus militantes, de viejo aliento y de última repesca.
En lo que hace a los segundos, es pura milonga de despiste quejarse de que no se dé ni un voto de confianza al nuevo Gobierno, o que es una huelga contra dicho Gobierno. La política del nuevo Gobierno es tan vieja como la socialdemocracia más rancia, como lo muestran las políticas de sus jefes en Madrid, y como yendo más atrás lo ha sido la política habitual de los llamados socialistas de la II Internacional de convertirse en eficaces «gestores del capital» y de llevar adelante el trabajo sucio a la derecha y a la patronal. Como muestra baste un botón, ahí están las reconversiones emprendidas por González y sus amigos. Por otra parte, decir que es una huelga política no ha de suponer descrédito alguno, pues realmente a lo que apunta la convocatoria de huelga es a exigir un cambio en la política económica de una patronal insaciable a la que alimentan -con sus medidas- los gobiernos y gobernillos tanto en manos de neoliberales de derecha como de pretendida izquierda. Añadiré que cuando en el país vecino se llamó a una huelga general contra la política de recortes sociales y económicos del marido de la cantante Carla Bruni, en el Hexágono se logró una práctica unidad sindical y desde debajo de los Pirineos la movilización fue vista con simpatía y aplaudida por las distintas corrientes sindicales... Ahora, aquí no es conveniente, no es el momento... es tiempo de hablar, de consensuar (la lucha de clases, la propiedad privada de los medios de producción no son para ellos, sino antiguallas para gente anclada en el pasado), la huelga no sirve para nada...
Es claro que sí sirve para algo, para que la patronal y sus favorecedores gobiernos vean que no somos tontos y que los trabajadores no vamos a dejar que se nos pise y se facilite la vida, y los negocios, de quienes se forran un día sí y otro también, y cuando hay crisis se les ayude para que no sufran los pobrecillos patronos.
Así las cosas parece plenamente oportuno alzar la voz para decir que siempre hay razones para rebelarse y que en tiempos duros como los presentes, ¡la crisis la pague el capital!