Iñaki Lekuona periodista
Esa Europa ausente
Mientras en España, según el demócrata Mayor Oreja, gracias al Caudillo se disfrutaba de un periodo de extrema placidez, en Argelia, gracias a la República de De Gaulle, la represión política se llevaba por delante a todo aquel que respirase independencia. Aquella época ha quedado retratada por miles de testimonios de víctimas de torturas, pero también por la palabra quebrada de muchos civiles, algunos de ellos vascos, obligados a realizar el servicio militar en la colonia.
Estos días el secretario de Estado de Defensa francés ha acudido a Argel para condecorar, sesenta y pico años después, a los veteranos argelinos que combatieron al nazismo, aquel régimen que contribuyó a que en España hubiera 40 años de placidez. Un discurso vago sobre la memoria compartida y unas pocas medallas, pero ni una palabra sobre los años de represión. «Y qué voy a hacer yo con esto?», se ha preguntado a sus 89 años un tal Belkacem. «Yo lo que quiero es un visado para poder ir a Francia». Es lo que tiene la democracia francesa, que es olvidadiza y desagradecida. No como la española, que directamente es invisible. O como la europea, que está como ausente.
«¿Por qué tendría que condenar yo el franquismo?», dijo hace dos años el que vuelve a ser plácido cabeza de lista del PP al Parlamento Europeo. Una institución que, nos aseguran, es el símbolo de la democracia europea. Un hemiciclo que, paradojas de la vida, está vetado por ley a un combatiente argelino que luchó contra los nazis como Belkacem y a un reconocido intelectual antifranquista que sigue luchando por la democracia como Alfonso Sastre. Y frente a esto, Europa seguirá como ausente.