La ley del año 2000 referente al colectivo denominado «Gente de Viaje» establece que las localidades de más de 5.000 habitantes están obligadas, dentro de la Ordenación Territorial, a habilitar una zona de acogida para la comunidad gitana nómada. La Mancomunidad de Baiona, Angelu y Biarritz (Cabab), que cuenta con 150.000 habitantes, no cuenta con un área de este tipo.

Impulsado por el alcalde de Angelu, Jean Espilondo, la CABAB decidió finalizar con esa situación de ilegalidad y crear un área en la localidad. Pero, finalmente, el proyecto ha sido trasladado a Baiona. El de la capital será un área temporal, únicamente para este año, hasta que encuentren una nueva localización en la que asentar ese espacio de paso.

Han sido varias las razones que han impulsado el traslado de Angelu a Baiona. Por un lado, se creó una asociación de vecinos, Ainara, que organizó varias marchas contra la creación del área. Por otro lado, el concejal de la oposición de Angelu y miembro del UMP, Claude Olive, acudió a la ministra francesa de Interior, Michèle Alliot-Marie, para que intercediera contra el proyecto. La ministra instó al prefecto, Philippe Rey, para que ordenase el cambio del área. Al respecto, el alcalde de Baiona y presidente de la Cabab, Jean Grenet, ha declarado estar conforme con el cambio, y matizó que «nunca he estado convencido de que el terreno de Angelu fuese la mejor opción».

El alcalde de Angelu, en cambio, se ha mostrado indignado por la forma de proceder a la hora de establecer el cambio de emplazamiento, acudiendo directamente a París, y por los argumentos empleados para justificarlo. «¿Como podemos imaginar que se resolverá algún día esta difícil cuestión, si hacemos marcha atrás porque hay una manifestación violenta de 120 personas?», preguntó. También ha pedido explicaciones a la Ministra del Interior, para que dé a conocer las razones de esa maniobra política, y ha subrayado que «la ley no ha sido respetada».

La asociación Ainara declaró que la primera zona elegida era inadecuada por encontrarse entre varios barrios residenciales, además de que el acceso era inadecuado. Espilondo aceptó que la carretera pudiese no ser la más adecuada, pero definió de injuriosas las acusaciones de la proximidad del barrio de Angelu, ya que en la nueva localización de Baiona las residencias están aún más próximas. Ante el cambio de ubicación, la portavoz de la asociación de vecinos declaró sentirse «aliviados, porque al final se han dado cuenta de que el terreno no era adecuado. No es una victoria, por el contrario, creo que es triste que hayamos tenido que llegar a esta situación».

Racismo

Entre las declaraciones de los alcaldes de las dos localidades se evidencian ciertas contradicciones. Grenet declaró que se realizará un estudio para encontrar la localización más adecuada. Y Espilondo, por su parte, ha informado de que el primer concejal baionarra tiene intención de situarla en la zona de Landa Ttipia. En lo que se refiere al coste económico del área temporal, el alcalde de la capital labortana ha afirmado que costará 40.000 euros y el alcalde de Angelu que rondará los 100.000 euros.

En un comunicado que hacía un llamamiento a la movilización, la asociación de vecinos declaró que «los electos nos han tomado como rehénes. Debemos reaccionar, porque no queremos ver nuestra seguridad y nuestro patrimonio desaparecer como el humo».

Ante las protestas vecinales y el discurso social que se ha generado en las últimas semanas, en la Cabab, el miembro de la asociación Gadjé Voyageurs, Michel Molina, que trabaja por la integración de la comunidad gitana, no dudó en calificar estos actos de racistas: «Es racismo. No hay que olvidar que se trata de actos basados en los prejuicios contra esta comunidad y hay que llamarlo por su nombre».

El alcalde de Angelu también definió estos actos como estigmatizantes: «La gente de viaje son ciudadanos franceses que tienen un modo de vida particular. Esto puede molestar, pero no merece la estigmatización y el discurso de rechazo brutal que se ha desarrollado estas últimas semanas».

Este tipo de protestas son comunes en todo el Estado francés, tal y como aseguró Molina: «Siempre hay gente que no está contenta, pero es porque tiene miedo de lo que es diferente».