«Noche en el museo» recaudó en la taquilla mundial la nada despreciable cifra de 385 millones de dólares, así que no hace falta otra justificación que la económica para explicar el porqué del estreno de la continuación. Como espectador adulto, me resulta imposible comprender el secreto de tal éxito, si bien está claro que se trata de una comedia a todas luces infantil y, por tanto, habría que preguntárselo a los espectadores más pequeños. La idea de partida no me pareció en su momento del todo mala, al ponerse en el lugar de los visitantes de museos de Historia que por un instante tienen la impresión de que alguna de las figuras van a cobrar vida, pero su desarrollo resulta muy predecible ya desde el inicio.

La coincidencia entre personajes de distintas épocas resucitados al unísono acaba convirtiéndose en un baile de disfraces o una carnavalada, sin mayores alicientes o sorpresas. La segunda parte ha sido rodada en el Smithsonian de Washington, que es un museo mayor que el de Nueva York, con la excusa de un traslado de sus piezas debido a unas obras de restauración. La principal novedad es la pionera de la aviación Amelia Earhart, encarnada por la actriz Amy Adams. Ben Stiller sigue siendo el vigilante nocturno, en compañía del veterano Dick Van Dyke.