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Manu Atxaerandio

Imagínense

Imagínense que su hermana es agredida sexualmente. Imagínense que su cuñado sufre un accidente laboral con graves lesiones o que su amigo es retenido durante días en un lugar desconocido y apalizado. Estas situaciones, algunas desgraciadamente bastante habituales, serían mucho más duras si su hermana, al acudir a denunciar la agresión, se encontrara con la burla de la Policía (qué decir si el agresor fuera un policía); si a su cuñado, al acudir al médico, le fuera negada la mayor y le dijeran que se ha autolesionado o que el accidente es una invención y que lo que hace su cuñado es seguir unas directrices de su comité de empresa para engrosar las listas de accidentes de trabajo (espero no estar dando ideas); si su amigo decide denunciar su secuestro ante el juez y lo denuncian por injurias a la banda que lo secuestró.

¿Le ha costado mucho imaginárselo? A mí no me cuesta nada «imaginarme» que en un corto intérvalo de tiempo mi hermana Susana fue agredida, mi cuñado Juan sufrió un «accidente» con graves lesiones o que mi amigo Zigor y otros amigos y amigas fueron secuestrados, o lo son todavía, y apalizados. Que al denunciar estos hechos reciben denuncias por injurias. Que si mi cuñado hubiera gritado ser el toro que mató a Manolete, un perito que pasara por ahí por casualidad declararía en su contra por estos hechos (pongamos que el juicio se celebrará entre finales de mayo y principios de junio, mucho antes que el juicio por el accidente laboral sufrido y negado, que no se celebrará jamás).

Nieguen el holocausto judío y se les echará encima toda la parafernalia mediática, pero no se preocupen si niegan la existencia de la tortura, no les pasará nada. De hecho, se puede hasta justificar. Si se aplica, se premia, pero lo más extendido es silenciarla, ocultarla, no querer verla.

La mayoría social, política y sindical de este país sabe que aquí se tortura. También la mayoría judicial, policial, médica pericial... Niéguenlo en su estrategia, digan que los que quemaron Gernika fueron los anarquistas asturianos, pero no nos tomen por tontos. No nos hagan reír, porque lo que está claro es que sí nos pueden hacer llorar. No nos digan que se ha cerrado el capítulo de la transición en este país, porque no se ha acabado ni la guerra.

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