Raimundo Fitero
Consuelo
Será posible que alguna vez se informe en los medios audiovisuales de los asuntos que suceden con la mínima carga de subjetividad inherente a la condición de seres humanos con idea básica del mundo en que se vive? Cada vez que se convoca una huelga, una manifestación o cualquier otro recurso democrático de expresar el estado de opinión de unos colectivos de ciudadanos, asistimos a un vergonzante desajuste de datos, de logros o de los incidentes producidos. La que acabamos de vivir no iba a ser menos, es decir sabíamos iba a ser más, porque se había decretado utilizar la convocatoria y la huelga como un agravio contra el lehendakari López.
Colocados los frentes entre los convocantes a los que los medios afectos al régimen actual se empeñan en llamar sindicatos nacionalistas, como si la CNT se hubiera convertido de repente en abertzale y los otros, los no convocantes, a los que podríamos llamar paniaguados, institucionalitas, españolistas y amarillentos, que en otras partes de la península son mayoritarios pero que por estas tierras no marcan el tiempo sindical ni inciden más allá que para acudir en defensa de quienes les pagan que parecen no ser sus afiliados, sino los gobiernos de turno. Así las cosas se comprende que la información televisiva y radiofónica ha sido tóxica desde primeras horas de la mañana. Lo que se esperaba.
El consuelo de los recién llegados a los sillones del gobierno de las vascongadas es que sus acólitos han seguido perfectamente las consignas, han manipulado la información durante todo el día, han relatado los incidentes menores, los detenidos, que son siempre por abuso de celo policial, y otros asuntos que intentan minimizar los efectos de la convocatoria que han sido bastante evidentes, en el sentido de que ha respondido la ciudadanía con criterio y las cifras serán las que han sido, porque no es nada fácil contabilizar, pero sí saber que había motivos para ir a la huelga, protestar por la situación económica y demás, y eso, parece más que lógico como motivo para parar y protestar por ser los de siempre los que pagan los desvaríos de ellos, los del dinero, los capitalistas y sus hooligans.