Análisis | Huelga general en hego Euskal Herria
La huelga del 21: el día después
El motor para que la pugna continúe después del 21-M es la lucha de clases, cuyo fin es mejorar las condiciones de vida de la clase obrera. En ocasiones la lucha es soterrada; otras se manifiesta de forma ruidosa
J.IBARZABAL Licenciado en Derecho y en Ciencias Económicas
El autor pretende analizar las consecuencias de la exitosa huelga general en las relaciones futuras entre la clase obrera y la clase empresarial. A su juicio, la movilización de ayer no debe convertirse en «el canto del cisne» para la clase trabajadora, sino el inicio de una nueva fase de lucha y de iniciativa obrera al objeto de establecer un nuevo modelo de desarrollo socioeconómico.
La huelga general convocada por la mayoría sindical ha tenido amplia incidencia en la actividad económica. No es mi intención describir minuciosamente cómo ha afectado a los transportes, empresas, comercios, ni referirme a las nutridas manifestaciones en apoyo a la misma. Lo que pretendo destacar es la influencia de la huelga en el día de después, en cómo va a afectar en el futuro a las relaciones entre la clase obrera y la clase empresarial.
Hasta ahora, el dominio ejercido por la clase empresarial ha sido total. La década de los 70 supuso una inflexión a la baja de la clase trabajadora, que vio como se reducía progresivamente su participación en la renta nacional, una mayor flexibilidad en las relaciones laborales acompañada de la reducción del poder adquisitivo de los salarios, mayor precariedad laboral y abaratamiento de los despidos. La agonía de las trabajadoras y de los trabajadores no es fruto de la casualidad, sino de una batalla previa que los empresarios supieron librar astutamente tanto en el campo doctrinal como en el operativo.
La base filosófica, teórica, tiene tres importantes apoyos en Hayek (1899-1992), M. Friedman (1912-2006) y Rorty (1931). Concretamente Friedman preconiza la no intervención estatal, la privatización del sector público, una política monetaria fundamentalmente antiinflacionista, déficits presupuestarios nulos, la desregularización del mercado laboral, el control del coste salarial y, en suma, el incremento de la competitividad con «todas sus consecuencias» (gran aumento del número de personas en paro y de la precariedad laboral). En el campo operativo, la lucha empresarial está centrada en la necesidad de reducir los salarios, en flexibilizar el mercado laboral para poder hacer frente a la competencia de los países emergentes con condiciones laborales peores. La consigna empresarial es que no hay otra solución para sobrevivir y evitar la deslocalización de las empresas. En la práctica, en el contexto de la crisis de globalización, el mundo empresarial obtiene ingentes beneficios.
Todo lo sucedido tiene que servirnos de lección para que no vuelvan a suceder las mismas cosas. La intensa movilización de ayer no puede ser el canto del cisne que marque un nuevo proceso de la decadencia de la clase trabajadora. Debe ser el comienzo de una nueva era en la que los obreros y las obreras participen activamente en la política y establezcan un modelo de desarrollo socioeconómico que aborde, en términos generales, los aspectos siguientes:
Economía al servicio de las personas. Si se aplicara este principio en las empresas, se reduciría drásticamente el número de EREs, cuya puesta en marcha tiene lugar en un panorama de beneficios acumulados y, por otra parte, la deslocalización de las empresas, cuyo objetivo es obtener un mayor beneficio, olvidándose de su sentido social.
Participación en la gestión empresarial. El principio de que la empresa pertenece también a los trabajadores debe ir acompañado de una participación activa de los mismos en la gestión empresarial. De esa forma habrá plena transparencia respecto a los beneficios destinados a la modernización de las empresas y los destinados a los bolsillos de los empresarios.
Marco vasco de relaciones laborales. La regulación de las relaciones laborales no debe ajustarse a la normativa española, sino a las peculiaridades del mundo laboral vasco.
Protección social. Hay que contemplar la protección social no de forma aislada respecto al salario laboral, sino como un complemento de éste, que determina el salario real. Educación, sanidad, vivienda, pensiones... son componentes del gasto social, y tienen que ser considerados como parte de un todo, no como meros apartados macroeconómicos. Su interdependencia con el bienestar individual y social es muy estrecha.
Sistema fiscal progresivo. El dicho «dime el sistema fiscal que apoyas y te diré lo progre que eres» se puede aplicar en Euskal Herria, donde saldrían tan malparados partidos y políticos que apoyan un sistema fiscal regresivo al mismo tiempo que presumen de ser progresistas. El triste espectáculo de la economía vasca con el notable retroceso de los impuestos directos (impuesto de la renta, de sociedades, del patrimonio) y el escandaloso aumento de los impuestos indirectos, muestra hasta qué punto la doctrina neoliberal ha contaminado la gestión de las autoridades vascas.
El motor para que la pugna continúe después del 21 de mayo es la lucha de clases, cuyo objetivo es mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora. En ocasiones esta lucha es soterrada, silenciosa, imperceptible. En otras, en cambio, la mayoría de las veces se manifiesta de forma ruidosa, llevando el control y el beneficio de la misma la clase empresarial. Es lo que ha sucedido en la contienda del neoliberalismo, donde la iniciativa ha sido de la clase empresarial, lo que pone en cuestión la ecuación que identifica la lucha de clases con protagonismo obrero.
Los buenos resultados de la huelga del 21-M no deberían ser flor de un día, sino la recuperación del testigo de la lucha y de la iniciativa obrera. La clase trabajadora tiene que disponer de un esquema de principios que le permitan tomar la iniciativa en la lucha y que evite la repetición del bochornoso espectáculo de los empresarios liderando la lucha de clases.