«El debate no es si renace la energía nuclear, sino si sobrevive»
Doctor por el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), es autor de libros como «El espejismo nuclear» y está considerado el principal ideólogo de la lucha contra la energía nuclear en el Estado español. Ha pasado por Euskal Herria, invitado por Ekologistak Martxan, para hablar sobre la inviabilidad de esta alternativa energética, en un momento clave para lograr el cierre de la central de Garoña.
Joseba VIVANCO |
El Gobierno de Zapatero debe decidir sobre la continuidad de la central nuclear de Garoña. ¿Cree que cumplirá su promesa electoral de cierre?
Lo tiene en su programa electoral y la primera central que, obviamente, tendría que cerrar es Garoña, y con mayor razón que con otras centrales. Garoña es casi un prototipo de central, vieja, que por su volumen tampoco su cierre supondría un descalabro para el suministro energético, sobre todo si tenemos en cuenta que este mismo año el Estado español ha exportado tres veces la producción de Garoña. Y, encima, por lo que estamos viendo, arrastra problemas de funcionamiento históricos. ¿Qué hará el Gobierno español? Por las manifestaciones que he recogido de gente cercana al PSOE creo que está más o menos tomada la decisión de no renovar su continuidad.
¿Estamos asistiendo, a nivel internacional, a un renacimiento de la energía nuclear o se nos está «vendiendo» al menos esa sensación?
A lo que estamos asistiendo es a una campaña mediática que pretende convencer a algunos países de que esto se va a reactivar. Pero, por ahora, sólo es pura campaña. Y de hecho, en el único país que ha dado un paso adelante, que es Finlandia, estos días el asesor del primer ministro ha dicho que se equivocaron completamente al apostar por lo nuclear. Lo que iba a ser el botón de muestra de una nueva generación de centrales se ha convertido en un desastre. Por lo tanto, la única referencia que le queda ahora al lobby nuclear es el Gobierno inglés, que quiere construir nuevas centrales porque no ha habido mayor fracaso económico y técnico que el programa nuclear inglés, que ha sido históricamente un desastre. Ahora se encuentran con que para 2015 se les van a caer casi todos sus reactores actuales y ni aun empezando ahora nuevas centrales les daría tiempo a terminarlas. Y lo mismo que hablamos del caso inglés podemos hablar del caso de EEUU, donde Bush apostó por esta energía, han pasado cinco años y no hay ni una empresa interesada en construir una central. Qué significa todo esto, que lo que está hoy en duda, no es el renacimiento de la industria nuclear, sino si esa industria será capaz de sustituir por otros nuevos los más de cuatrocientos reactores que hay en el mundo de aquí a mediados de siglo. Ésa es la duda real, su supervivencia. Desde 1978 en EEUU no hay pedidos de nuevas centrales; en Europa, hacía quince años hasta que lo pidió Finlandia y ya vemos cómo les está yendo.
Pero tenemos el paradigma francés...
¡Pero es que ellos las venden! Es más, les sobran. Sarkozy firma acuerdos por todas las partes por donde va, pero vender... de momento, sólo a sí mismos.
No se construyen más, ¿porque no son rentables?
El desarrollo de la energía nuclear para usos civiles nunca fue el resultado de una decisión empresarial. Nunca hubo una apuesta de que pudiera ser un negocio. Si se mira históricamente, el motivo fundamental para promocionar esta forma de energía fue tapar lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki y el estigma con el que nació lo nuclear. Había que vender a la población que eso tenía también un uso civil y se construyó un discurso para ello. Vendieron los primeros prototipos de reactores a bajo precio, pero luego los siguientes pedidos ya fueron a coste real y ya no había por dónde cogerlo. Y por eso se paró su construcción, porque son inviables. ¿Por qué no construyen más? Porque si no tienen por detrás al Estado para que les garantice las pérdidas, ninguna empresa se arriesga. Así no es de extrañar que ninguna central que se empezó a construir después de 1973 se acabó, excepto en Francia, donde fue una decisión de política de Estado.
No se construyen nuevas plantas, pero se alarga la vida de las ya existentes.
Esos planes de alargar la vida de 40 a 60 años es hacer de la necesidad virtud. Eso ocurre porque son incapaces de sustituirlas. Pero nadie sabe cuál es la vida de una central. Un coche tampoco deja de funcionar un día prefijado, pero a medida que envejece le van saliendo más problemas. Pero aquí hablamos de una central nuclear. Y no olvidemos que para 2025, la mitad de las centrales del planeta cumplirán 40 años. ¿Y hasta cuándo alargarán su vida? Yo te lo digo: hasta el día en que haya un accidente. Y ese día, el mundo pedirá que se cierren todas y será la de Dios, porque no se habrá preparado nada para sustituirlas. ¿No será mejor, entonces, ir planificando su sustitución?
¿Debe ser, precisamente, la seguridad el primer argumento para rechazar este tipo de energía? ¿Recurrir siempre al ejemplo de Chernobil es realista o aquello pasó por lo que pasó y hoy no ocurriría?
Es verdad que se argumenta que Chernobil fue un accidente soviético. Sabemos cómo era aquello y se argumenta que un Chernobil sería imposible en el mundo occidental. Pero no olvidemos que hay más de cuatrocientos reactores que funcionan hoy y yo siempre respondo algo muy simple: si tan seguros son, ¿por qué ninguna empresa de seguros les hace un seguro de responsabilidad civil? Son los gobiernos los que lo asumen, pero ningún seguro. Y es cierto que la probabilidad es relativamente pequeña, pero las consecuencias de un accidente son incalculables. Y no olvidemos que cuantos más reactores haya, más se eleva esa probabilidad de accidente.
No se construyen nuevas centrales, no son rentables, pero asuntos como la lucha contra el calentamiento global o la autosuficiencia energética tras la crisis del gas ruso han sido unos flotadores impagables para la industria nuclear...
Sobre el segundo aspecto, lo de la dependencia energética no se sostiene por ninguna parte... La nuclear sólo produce electricidad y la electricidad es el 20% como mucho en el consumo de energía final, es decir, que no cubres el 80% restante. Si tú tienes un problema de interrupción energética en gas natural o en petróleo, da igual la electricidad que tengas. Hoy por hoy, sobre todo, la dependencia real es la del petróleo y la electricidad no va a sustituir al petróleo. Si le cortan ese suministro de gas o petróleo, a Francia le pasaría lo mismo.
¿Y lo de «vender» la nuclear como una energía limpia frente a otras contaminantes?
Una vez más, si tú haces los números de la nuclear, aporta poquísimo incluso a la lucha contra el cambio climático. La pro- pia Agencia Internacional de la Energía calcula que del total de emisiones contaminantes que habría que ahorrar, la nuclear sólo supondría un 10% ¡pero construyendo más de cuatrocientas centrales! La propia industria nuclear financió un estudio que luego metió en el cajón, sobre su aportación al ahorro de siete gigas de carbono anuales de aquí a mitad de siglo. Para que la nuclear ahorrase una giga necesitarían construir setecientas centrales, multiplicar por cinco la producción de uranio, construir almacenes nucleares... Es decir, cualquiera que defienda que la nuclear es una alternativa contra el cambio climático, que lo demuestre con números. Y no olvidemos que después de cincuenta años siguen sin solucionar el tema de los residuos.
Nos quedan, entonces, las energías renovables. ¿Realmente cree usted que hay una apuesta seria por ellas?
Yo soy partidiario de ellas, porque la Humanidad ha vivido miles de años de las renovables y sólo en los últimos 150 años hemos encontrado un tesoro escondido que son los recursos fósiles y nos hemos pensado que esto era jauja. Pero cuando se acaben éstos, habrá que volver a las renovables. Sin embargo, es evidente que un sistema energético renovable no puede mantener unos consumos como los actuales de recursos fósiles. No es sólo apostar por las renovables, sino cambiar un sistema de consumo. ¿Que es muy dificil? Pero es tan simple como que el futuro será renovable. No tengo ninguna duda, porque o será renovable o no será. Así que la única decisión que nos queda tomar es decidir cómo vamos a llegar a ese estado, si lo haremos como los hermanos Marx, con más madera hasta quemar el tren, siguiendo la fiesta como hasta ahora, o planificándolo. ¡Y ojo! Que lo segundo no quiere decir que sea una apuesta por la vuelta a la cavernas, porque a las cavernas nos lleva la otra opción.
¿Y cómo lo conseguimos?
Pues lo primero, antes de nada, redefiniendo qué significa el progreso. Porque cuando ese progreso choca con los límites del planeta, eso no es progreso. Y por ahí no podemos seguir, quemando más madera...
«Lo de que la energía nuclear está renaciendo es pura campaña mediática. El ejemplo de Finlandia ha acabado en desastre»
«La salida que han elegido es alargar la vida de las centrales. ¿Hasta cuándo? Hasta que haya un accidente. Ese día se pedirá el cierre de todas las centrales»
«La nuclear aporta poquísimo incluso a la lucha contra el cambio climático. La reducción de emisiones contaminantes se reduciría en un 10% construyendo más de 400 centrales»
«¿Por qué ninguna compañía de seguros del mundo le hace a una central nuclear una póliza de responsabilidad civil? Son los gobiernos los que lo asumen»