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Maite Ubiria Periodista

¿ Para cuándo una sección antiterrorista en las guarderías?

El penúltimo escándalo de la Francia policial ha tenido como escenario la región bordelesa. Los vecinos de Floriac duermen hoy más tranquilos a sabiendas de que su Policía no ahorra esfuerzos para prevenir el peor de los delitos que, como es sabido, es el que atenta contra la propiedad.

A la espera de que Sarkozy proceda a la condecoración de los agentes, en Floriac se ha flanqueado una línea roja. Ya no habrá impunidad... ni siquiera para esos bajitos que actúan bajo la protección de ¡Unicef!

Aunque a primera vista la detención de dos chavales de 6 y 10 años pueda parecer un exceso, el bien mayor de evitar que quien hoy se toma prestada una bici emule mañana a Madoff y provoque un «lunes negro» al introducir «cromos contamina dos» en el patio justifica sobradamente la respuesta policial.

Los agentes se han ajustado a los «principios de la República». Ésa ha sido la respuesta oficial a la profesional captura de dos pilluelos ante los ojos de sus compañeros a la salida del colegio.

La polémica está servida, pero a tenor de cómo discurren los acontecimientos en el Hexágono, el revuelo no durará lo suficiente como para sembrar la duda en los electores que, según las últimas encuestas, renovarán el 7 de junio sus votos por la Francia uniformada de Sarkozy.

Prueba de ello, el ministro Darcos, el mismo que suscribe la reforma educativa que dejará sin empleo a 50.000 enseñantes en la Educación pública, no ha dudado en poner la guinda al escándalo con la propuesta de crear una policía en las escuelas.

En esta República tan alejada de la que soñó Rousseau las sucesivas reformas legales han proscrito la edad de la inocencia. Ya no hay niños, sino menores, y por tanto la justicia preventiva, es decir la venganza social, tiene fuerza de ley.

No nos escandalicemos. Después de todo, los chavales de Floriac han entrado de propio pie en la comisaría. No tienen la misma suerte esos bebés a los que Francia encierra en centros de retención. En el de Hendaia los niños de los inmigrantes sujetos a proceso de expulsión tienen prohibido corretear en el patio, hacer dibujos y modelar con plastilina porque los policías no quieren que les molesten ni menos aún que ensucien ese guantánamo recién estrenado.

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