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Josebe EGIA

Si Dios fuera una mujer

Ysi Dios fuera una mujer?» preguntó Juan Gelman... y Mario Benedetti, le contestó: «¿Y si Dios fuera mujer?/ pregunta Juan sin inmutarse,/ vaya, vaya si Dios fuera mujer/ es posible que agnósticos y ateos/ no dijéramos no con la cabeza/ y dijéramos sí con las entrañas.

Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez/ para besar sus pies no de bronce/ su pubis no de piedra/ sus pechos no de mármol/ sus labios no de yeso.

Si Dios fuera mujer la abrazaríamos/ para arrancarla de su lontananza/ y no habría que jurar/ hasta que la muerte nos separe/ ya que sería inmortal por antonomasia/ y en vez de transmitirnos SIDA o pánico/ nos contagiaría su inmortalidad.

Si Dios fuera mujer no se instalaría/ lejana en el reino de los cielos/ sino que nos/ aguardaría en el zaguán del infierno/ con sus brazos no cerrados/ su rosa no de plástico/ y su amor no de ángeles.

Ay Dios mío, Dios mío/ si hasta siempre y desde siempre/ fueras una mujer/ qué lindo escándalo sería/ qué venturosa, espléndida, imposible/ prodigiosa blasfemia».

Se nos ha ido Benedetti. Bikin, intentando consolarme porque sabe lo importante que es para mí, y para él, me envió este mensaje: «Esta mañana cuando he oído la noticia he pensado en nosotros, cómo nos traduce los nudos del amor, cómo nos lee el alma... Benedetti, ayyy! como Laboa, como tantos otros, ya ha cerrado este ciclo de su existencia, pensamos que algunos iconos de nuestra vida no deberían morirse nunca, parece que siempre van ha estar ahí... hemos crecido con ellos. Pero la vida sigue más allá de la muerte, y más con un poeta que comparte su alma con nosotros... no le llores, seguirá ahí mismito a tu vera por siempre...». Tiene razón.

Me ha resultado difícil escoger uno de sus poemas, ¡porque tiene tantos y tan buenos! de amor, de amistad, de compromiso con la libertad, la dignidad, la solidaridad... en definitiva contra todo tipo de dictaduras, a las que plantó cara hasta su último minuto. El que antecede es una muestra de lo que pensaba de las mujeres. En su obra las suele retratar como compañeras comprometidas y fuertes. Además de poeta, Benedetti, buena gente donde la haya, ha sido un novelista que nos deja una obra imprescindible, sobre todo para conocer las dictaduras, las torturas -decía «un torturador no se redime suicidándose... pero algo es algo»- y lo que supone el exilio y desexilio de las personas comprometidas políticamente. A la vez era capaz de reflejar, desde lo más cotidiano, los sentimientos más profundos del ser humano. Aún en los temas más duros, nunca ha renunciado al humor. Un humor sutil, irónico y socarrón que a veces cuesta pillarlo, pero cuando lo haces el corazón y la sonrisa se ensancha. Otra faceta ha sido la de ensayista y articulista, labor que quedó opacada en el Estado español, y en muchos otros, porque sus artículos eran incómodos para una pretendida democracia. No le dieron el Nobel, ni falta que le hacía, porque ha gozado del respeto y del amor de miles y miles de personas. ¡Buen viaje Mario!

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