Juanjo Basterra Periodista
Hay que mantener despierta nuestra conciencia de clase
El apoyo de miles de ciudadanos vascos a la huelga general pone de manifiesto el rechazo de una parte muy importante de esta sociedad a las políticas que han aplicado y están ejecutando las administraciones públicas para favorecer sólo a la élite económica y, sobre todo, descuidar el apoyo a los más débiles: desde los parados y los excluidos, hasta los trabajadores, sobre todo los jóvenes y las mujeres, que son quienes soportan los niveles más altos de precariedad.
Es evidente que quienes convocaron la huelga general tienen mucho trabajo por delante; también cada uno de nosotros. Es necesario mantener viva esa llama para conseguir el reparto de la riqueza, el trabajo digno y la democratización de la economía, junto al derecho a decidir desde Euskal Herria para afianzar un nuevo modelo social y económico más justo y equilibrado. Ahí debe estar nuestro aliento y, desde luego, nuestro granito de arena.
Es evidente, por lo que han señalado los representantes de la patronal y de los gobiernos, que van a seguir con esas políticas que tanto les han rentado. Primero, porque los gobiernos son incapaces de enfrentarse a los poderes económicos, y segundo, porque muchos de ellos hacen piña con los mismos, porque es más fácil ser servil a quien manda, que confrontar para que cambie la enorme desigualdad existente. Unos pocos controlan la mitad de la riqueza que los trabajadores generamos. La otra mitad, la que queda y cada vez es menor, nos la tenemos que repartir la mayoría.
También es evidente que aquellos que hace unos días no vieron razones para la huelga (empresarios, gobernantes, sindicalistas y determinados medios de comunicación), una vez pasada, han anunciado que no ha servido para cumplir sus propósitos. Han visto que esta huelga ha despertado muchas conciencias que estaban apagadas, que se han sumado trabajadores de todo el espectro y ven que la población cuestiona su amplio poder. Porque, de nuevo, nos hemos dado cuenta que para hacerles frente hay que unirse en la calle, no en torno a una mesa en la que el menú siempre lo ponen ellos y nosotros somos quienes terminamos pagándolo. Eso tiene que cambiar. Aurrera!