CRíTICA cine
«Ángeles y demonios» Un ángel en paracaídas
Koldo LANDALUZE
Mucho más comedida en sus intenciones que “El Código Da Vinci”, esta nueva entrega protagonizada por el profesor Robert Langdon pasa por ser un divertimento sin pretensiones de «dinamitar» las endebles bases éticas, políticas, financieras y religiosas a las que se aferra la incomprensible Iglesia católica.Teniendo en cuenta que el original literario de Dan Brown fue concebido antes de la mencionada “El Código Da Vinci” y que su edición definitiva se concretó tras contabilizar las suculentas cifras económicas que provocó la revelación del misterio que alberga el subsuelo del Louvre, no resulta difícil de imaginar cuál es la intención última de este proyecto que, al menos, goza de un digno acabado gracias a la pericia de un Ron Howard que sabe desenvolverse a las mil maravillas con presupuestos holgados y historias muy masticadas y fácilmente digeribles. La sobresaliente puesta en escena que clona al detalle la mismísima capital pontificia, las interpretaciones brindadas por un reparto seguro, el ritmo trepidante que anima buena parte de la trama y la dosificación de los símbolos y enigmas que conducen a otros secretos, figuran entre los mejores aciertos de este circo de tres pistas virtual.
Tras un prólogo interesante que bordea la ciencia ficción apocalíptica-apostólica, este thriller con sotana y birrete cardenalicio alcanza sus mejores momentos durante un tramo en el que confluyen elementos policíacos, religiosos y vaticanos.
A lo largo de este atractivo correcalles, que incluye un paseo obligado entre fontanas, iglesias y el subsuelo romano, Howard se mueve con soltura a la hora de hacer partícipe al espectador de los resortes que mueven los mecanismos de este producto que, en su recta final, no puede evitar sus limitaciones mecánicas. Tras la frenética primera parte, tropezamos con la cobarde posición que adopta una historia que nunca quiso atacar el macabro y rancio estamento que gobierna el mayor poder financiero del mundo.