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Raimundo Fitero

Blanca paloma

Para cualquier ser humano equilibrado, levantarse una mañana, encender el electrodoméstico esencial y recibir dosis tan altas de fútbol y Rocío, debe ser una especial descarga eléctrica. Si acompañamos a ello la retahíla de casos de corrupción, patinazos ministeriales y los silencios cómplices sobre la resolución del Tribunal Supremo respecto al sumario 18/98 en donde se van descubriendo las grietas del montaje y las mentiras tan bien encaladas durante once años por tribunales y medios de comunicación, solamente se puede agarrar a que el cielo está azul. Bueno, a ratos.

Hay veces que las imágenes vuelven en cascada y ahora mismo se me cruzan las que vimos aquel recordado 15 de julio cuando tropeles de policías nacionales entraron en las instalaciones de Egin en una demostración de fuerza desmesurada con el excelentísimo señor don Baltasar Garzón dirigiendo la operación con la complicidad de Mayor Oreja y Aznar. Junto a estas imágenes se mezclan las del pasado domingo con la plana mayor del PP en Alicante arropando a Paco Camps, en un acto de beatificación del meapilas y sus trajes, en donde se ve la mano del asesor porque todos iban con camisa blanca, era una orden para que las televisiones transmitieran al mundo entero que aquellos seres, tan blancos, eran puros, que no podían ser corruptos. Magnífica puesta en escena.

Blanca paloma, fiesta popular, el Rocío ocupa demasiado espacio televisivo desde hace mucho tiempo y nadie entiende la razón. Parece que se quiere instaurar su romería como un acontecimiento interclasista y transversal, cuando no es nada más que un acto folclórico de lejana inspiración religiosa convertido en reclamo turístico por su difusión mediática. Mucho polvo.

Hay un anuncio de una caja de ahorros que forma parte de los peores de la historia porque, en primer lugar nos muestra a un anciano Bud Espencer haciendo el ridículo y que, además, se dedica a dar hostias y collejas a todo el que encuentra por la calle, todo porque le han cobrado una comisión en alguna entidad bancaria. Si todos reaccionáramos de igual manera, las calles parecerían una plaza romana tras la final de Champions.

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