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Un potente atentado sacude Lahore en plena ofensiva del Ejército

Más de treinta personas murieron en un ataque suicida contra instalaciones de la Policía y los Servicios de Inteligencia de Pakistán en Lahore. Al menos cinco hombres armados con fusiles de asalto y granadas atacaron el complejo antes de que un kamikaze hiciera explotar la carga explosiva que portaba en su vehículo. El atentado se produce en plena ofensiva del Ejército contra los talibán en el valle de Swat.

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Lahore, de diez millones de habitantes y hasta hace poco una de las zonas relativamente más estables de Pakistán, fue escenario de un potente atentado contra instalaciones de la Policía y del Servicio de Inteligencia (ISI). Se trata del tercero que ocurre en esta ciudad, considerada capital cultural del país, en menos de tres meses.

A media mañana y en pleno centro, al menos cinco hombres armados con fusiles de asalto y granadas abrieron fuego contra un complejo policial antes de detonar un coche bomba conducido por un kamikaze.

La explosión se pudo escuchar a más de dos kilómetros a la redonda y dejó un cráter de «entre cuatro y cinco metros de profundidad y siete de diámetro», según una fuente policial.

La onda explosiva ocasionó grandes destrozos en una comisaría y en las oficinas de los servicios secretos. Un hotel, un cine, la sede del Tribunal Superior de Lahore y las oficinas de una compañía eléctrica también sufrieron importantes daños.

Los vecinos de este céntrico barrio pensaron en un primer momento que se trataba de un seísmo. «Estaba en el tercer piso. Los edificios temblaron durante varios segundos, por lo que bajé corriendo las escaleras», relató a France Presse Mohammad Faisal, comerciante.

«Iba en la moto cuando un fuerte resplandor invadió todo el barrio. Me empezaron a caer diferentes objetos y perdí el conocimiento. Al despertar, oí gritos y llantos por todas las partes», manifestó Mohammad Yasseeen, agente de la Policía.

«Escuché disparos y, después una violenta explosión», señaló un policía recién rescatado. Indicó que entre 30 y 35 compañeros permanecían atrapados entre los escombros.

Este atentado, cuyo balance preliminar es de 36 muertos y cerca de 300 heridos, se produce en plena ofensiva del Ejército contra los talibán en el valle de Swat y alrededores. Los combatientes islamistas prometieron vengarse «en todas las partes del país» por la ofensiva militar lanzada por el Ejército en el valle de Swat y alrededores bajo la presión de Washington.

Varias hipótesis

El Gobierno paquistaní responsabilizó enseguida a los talibán. El ministro de Interior, Rehman Malik, se refirió a «los enemigos de Pakistán», término utilizado para nombrar a los talibán. «Estamos en guerra por nuestra supervivencia», declaró.

Advirtió a los responsables de que si no abandonan las armas, serán eliminados.

«Estamos intentado contener las actividades terroristas pero siempre pueden registrarse incidentes esporádicos», añadió.

En este bélico contexto, decretó el estado de alerta máxima en Islamabad y Rawalpindi.

Aunque Malik señaló a los talibán, las especulaciones sobre la autoría eran varias. Algunos expertos apuntaban a la hipótesis de que podría ser obra de Lashkar-e-Taiba, el grupo al que se le imputan los ataques de Mumbai y el atentado contra la selección de criquet de Sri Lanka. Otros se inclinaban por Laskhar-e-Jhangvi, que Estados Unidos vincula estrechamente con Al-Qaeda. Algunos oficiales paquistaníes, incluso, apuntaban a India, en represalia por los atentados de Mumbai.

Los milicianos paquistaníes empezaron a usar los atentados suicida de manera coordinada en 2004. El primero tuvo lugar en mayo de ese mismo año en Karachi. Una serie de bombas acabó con la vida de un centenar de personas. Desde entonces, se han sucedido con cierta regularidad, sobre todo, en la Provincia de la Frontera Noroeste (NWFP) donde raro es el día en que no ocurra alguno. «Incorporamos los ataques suicidas a una estrategia porque en aquel momento estábamos sitiados. Teníamos pocos hombres entrenados porque la mayoría habían sido arrestados o muertos en la ofensiva que siguió a los atentados del 11-S. Tampoco podíamos entrenar en los campamentos habilitados para ello. La forma más fácil de combatir era con bombas y la de garantizar el éxito, que alguien las detonara manualmente. Para ello no hacía falta mucho entrenamiento. Cuanto más joven era el militante, más fácil era convencerle», explicó en 2006 un líder miliciano al corresponsal de la cadena británica BBC.

Pero no siempre resultan efectivos, especialmente si el objetivo está en una amplia zona. «Por ello, cuando nos recuperemos a nivel de militantes, volveremos a emplear técnicas de asalto», vaticinó.

Dichas técnicas combinadas con la actuación de kamikazes han caracterizado los atentados más sonados.

El 3 de marzo de este año, siete policías murieron en Lahore en el asalto al convoy de los jugadores de criquet de Sri Lanka cuando se dirigían al estadio de la ciudad para disputar un partido. En el ataque participaron una docena de milicianos que portaban fusiles, granadas y lanzacohetes.

El 30 de marzo, también en Lahore, al menos ocho cadetes fallecieron cuando un comando atacó la academia de Policía. El enfrentamiento se prolongó durante ocho horas.

El 20 de setiembre de 2008, más de medio centenar murieron en el asedio al hotel de lujo Marriott de Islamabad.

En menos de dos años, han muerto 1.900 personas.

El 80% de los desplazados no está en los campos de refugiados

A un mes del inicio de la ofensiva militar contra los talibán en el noroeste de Pakistán, alrededor del 80% de los 2,4 millones de desplazados no están en campos de refugiados, indicó la ONG francesa Acted.

«Ese alto porcentaje se ha resguardado en casas de allegados o en escuelas, edificios abandonados y otros refugios improvisados», señaló en un comunicado.

«El número de desplazados internos aumenta cada día. A diario, llegan 100.000 personas. Las agencias humanitarias se esfuerzan por responder a las necesidades más urgentes de los sectores más vulnerables», manifestó.

Anunció también el envío de ayuda humanitaria urgente a más de 30.000 familias para paliar «esta crisis sin precedentes». Con ese fin, ha distribuido ya entre más de 2.000 familias desplazadas materiales para instalar refugios, productos de higiene y de primera necesidad.

Las agencias humanitarias llevan semanas alertando de que se trata de la mayor crisis humanitaria que afronta Pakistán desde su separación de India en agosto de 1947. GARA

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