En un fútbol cada vez mercantilizado, seguro que los titulares y la mayoría de las alabanzas recaerán hoy en los golazos de Samuel Eto´o o Leo Messi, los eslalons imparables de ese pequeñito con pinta de enfermo llamado Andrés Iniesta o la clarividencia de Xavi Hernández. Pese a la derrota, habrá también quien aprovechará los diez minutos buenos del Manchester United para vender a Cristiano Ronaldo como el remedio a todos los males de un equipo que viste de blanco y que el domingo caerá en El Sadar. En un deporte profesional cada vez más mediatizado por los intereses televisivos y de las marcas de prendas deportivas, lo que venden son los artistas, las estrellas y aquellos capaces de inventarse cosas que a los demás se nos escapan.

Sin embargo, para alcanzar un triplete que hasta la fecha sólo ha estado al alcance del Celtic de Glasgow del 67, el Ajax de Amsterdam del 72, el PSV del 88 y el Manchester United del 99, como en los discos más redondos, hace falta una serie de canciones que sostengan aquellas piezas que más van a sonar en las radios. Así, como ya habrá otros muchos que destaquen a los números 1 de la lista de éxitos, no está de más resaltar desde estas líneas el trabajo menos agradecido de jugadores como Piqué o el central para finales por accidente Yaya Touré, donde reside gran parte del éxito de este triplete.

Porque por mucho que nos quieran vender, el secreto de este Barcelona está en su trabajo defensivo, en esa presión que comienza en Eto´o y que desespera a sus rivales. Uno de los principales logros de Guardiola, además del golazo táctico que marcó colocando al camerunés en la derecha, ha estado en recuperar el hambre y la competitividad de esta plantilla, un afán de superación que encarna como nadie Gerard Piqué.

Y es que, si hubiese un premio al jugador que más ha crecido en la presente temporada, ése debería ser para el central barcelonés que, con 22 años, asumió el liderazgo de una defensa de circunstancias, que frenó a uno de los equipos que, tras el Barcelona, más poder ofensivo tiene. Además, en unos tiempos en los que el internacionalismo está de moda, pasear la senyera ante Zapatero, el Borbón y Berlusconi congratula a uno con un deporte de élite cada vez más excluyente con los pequeños.