Una división electoral artificial aumenta la apatía de los electores franceses hacia Europa
Las elecciones europeas francesas tienen un fuerte contenido hexagonal. El primer motivo para explicar esa disfunción se encuentra en la irredenta fe republicana que comparte la clase política francesa, se mire a la derecha o a la izquierda del espectro electoral. El segundo factor que promete hacer mella en el escrutinio se basa en la dificultad manifiesta de los candidatos a la hora de anclar mensajes que enlacen con la población.
Maite UBIRIA
Los comicios europeos no terminan de hacerse con un espacio propio en la agenda política francesa. Elección a elección, las elecciones al Parlamento Europeo se convierten, inevitablemente, en un ingrediente más de las lizas electorales internas.
La cita del próximo 7 de junio promete no romper esa regla. De hecho, la práctica totalidad de los partidos, y en especial los mayoritarios -UPM, Modem, PS- darán una lectura en estricta clave de política interna a los resultados electorales.
A esa actitud, que es responsable sin duda de la apatía del electorado hexagonal ante las citas con Europa, hay que sumar en esta ocasión la utilización, ciertamente siniestra, de la espada demográfica.
El Estado francés ha sido troceado para la ocasión en ocho circunscripciones gigantes en las que conviven situaciones sociales, niveles de desarrollo económico y, en no pocos casos, realidades culturales que poco tienen que ver entre sí.
La decisión de repartir la tarta territorial de este modo se justifica en motivos como el reparto de la influencia demográfica o la adaptación al nuevo reparto de escaños que, con la ampliación de Europa desprovee de algunos escaños a los socios tradicionales en Estrasburgo. El Estado francés contará con 72 diputados en Estrasburgo.
Por lo que afecta a la autodenominada Metrópoli, el cuchillo se ha mostrado más bien poco clemente para las naciones que pueblan la cartografia oficial francesa. Prueba de ello, la circunscripción del «Gran Sudoeste» arranca en los poderosos viñedos de Burdeos y se extiende hasta alcanzar otro gran polo urbano como es Toulouse. En esa enorme extensión territorial, el peso demográfico convierte a Euskal Herria en una referencia anecdótica.
El reparto electoral ha provocado fuertes controversias durante el proceso de elaboración de listas. Desde París se ha procedido a imponer unas directrices que no han gustado en el seno de las oficinas regionales de los partidos, como ocurrió en ese «Gran Sudoeste» con el PS, o con la propia UMP en la región de Ile-de-France.
La desafección hacia la causa europea ha quedado patente en la plataforma electoral de Sarkozy, que ha arrinconado a Alain Lamassoure. El «hombre Europa» ha caído a tercer puesto de la lista, y bastante más abajo si hacemos caso al ránking de presencia en el Hemiciclo europeo de los diputados salientes que ha publicado recientemente la publicación «Rue89».
Igualmente, el presidente francés no ha podido contar con Rama Yade, su icono en materia de derechos humanos, que ha preferido reservar sus ambiciones para la política interna, y ha promovido en su defecto a la todavía titular de Justicia, Rashida Dati, a la que los mentideros políticos colocan ya abiertamente fuera del núcleo duro del Elíseo.
Extraños compañeros de viaje
Por lo demás, el mapa de circunscripciones ha tenido otras consecuencias mayores, como la de hacer extraños compañeros de viaje. El reparto territorial arroja de la liza efectiva a las candidaturas pequeñas, que salvo contadas ocasiones -La Voix de Bretagne en Europe- no tienen la oportunidad de presentarse en representación de su territorio natural.
En otros casos, la ambición de preservar espacio electoral y escaños -es decir, financiación- ha llevado a que se establezcan alianzas cuanto menos curiosas, como la que une en una misma marca electoral a un francotirador del proyecto europeo como De Villiers con un defensor de los escopeteros en el sentido más real del término. El chauvinismo conservador y los defensores de la caza, la pesca y las tradiciones se abrazan en la papeleta de Libertas.
Las autodidades elctorales han validado 161 candidaturas, siete menos que en la precedente cita de 2004, aunque el reparto de escaño se dirimirá entre una decena de ellas.
En total 7.000 ciudadanos concurren como candidatos a unas elecciones que, más allá de los retos europeos, nada desdeñables, sirven tanto a grandes como a pequeños para medir fuerzas y para mantener activa a su respectiva parroquia . Eso sí, pensando ya en lizas electorales más decisivas para un Estado que hace alarde de figurar entre los «padres fundadores» de la Unión Europea, pero que acusa graves dificultades para aceptar la pluralidad linguística y la diversidad cultural como un valor político a practicar en casa propia.
El modelo de escrutinio elegido para estas elecciones impide a vascos, alsacianos, corsos, catalanes bretones presentarse en sus circunscripciones naturales, lo que, dicho sea de paso, obligaría en algunos casos a dejar de lado fronteras estatales para anclar en su auténtica dimensión europea la reclamación histórica de ésas y otras naciones sin estado.
Como elemento de contraste, la normativa electoral francesa ha agrupado a toda la constelación de colonias insulares (a excepción de Corsica) en el distrito de Ultramar. Así las cosas, Saint-Pierre-et-Miquelon; Guadeloupe; Martinique; Guyana; Reunion; Mayotte; Nueva Caledonia; Wallis-et-Futuna y Polinesia compartirán un mismo espacio administrativo-electoral. En estos territorios la votación se producirá, además, el 6 de junio.
De la alianza de unos territorios situados a decenas de miles de kilómetros de Europa puede derivarse una situación interesante, como la que ver sentado por vez primera en el Parlamento de Estrasburgo a un miembro del movimiento independentista polinesio y ex ministro de ese lejano territorio del Pacífico.
Efectivamente, el movimiento Tavini Huira'atira tiene grandes posibilidades de conseguir un eurodiputado. Por si fuera poco, eso será posible gracias a un acuerdo con la sección del Pacífico del Partido Socialista, que ha permitido situar en posición elegible a un joven político maorí, Keiatapu Maamaatuaiahutapu.
Esa situación sería simplemente impensable sin tener en cuenta el acuerdo de amplia soberanía política acordado entre las fuerzas políticas locales, incluidos los independentistas, y el Estado francés.