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Joxerra Bustillo Periodista

Tiempo de realineamientos

Siempre es de lamentar una división traumática en el seno de fuerzas políticas que como Eusko Alkartasuna se reclaman del soberanismo y están articuladas en todos nuestros territorios, pero en esta ocasión puede que la ruptura sirva en el futuro para clarificar espacios, empujar hacia nuevos realineamientos y facilitar el trabajo en común

Estamos viviendo tiempos complicados, en los que la toma de decisiones puede situar a unos y a otros en lugares muy distintos del escenario político de Euskal Herria. Mientras en los momentos de reflujo da la sensación de que nada ocurre, de que los bloqueos y las inercias históricas dominan sobre los deseos de cambio, cuando las corrientes de fondo empiezan a moverse, todo el mundo toma nota e intenta ubicarse en el lugar en el que pueda salir más favorecido.

El pacto UPN-PSN en Nafarroa Garaia, la entrada del PSE en Ajuria Enea de la mano del Partido Popular, la pasada huelga general, los últimos pronunciamientos de las más altas instancias judiciales españolas o la decisión de París de aparcar el proyecto de TGV en Iparralde son algunas de las cuestiones que van marcando el escenario general. Un escenario en el que las fuerzas políticas de ámbito vasco se enfrentan a una nueva encrucijada derivada del realineamiento entre conservadores y progresistas, entre derecha e izquierda.

Es en ese contexto general, alimentado por los últimos resultados electorales y las voces que se elevan defendiendo la construcción de un bloque progresista por la soberanía, donde se debe situar el último capítulo vivido en las luchas intestinas que vienen aquejando a Eusko Alkartasuna desde hace ya demasiados años. El derrumbe electoral sufrido en marzo por el partido, que decidió acudir en solitario a los comicios autonómicos, desató una nueva crisis que significó la dimisión del presidente, Unai Ziarreta, y el pase a la actividad privada del secretario general, Joseba Azkarraga.

Con la situación interna muy tensa, especialmente en Gipuzkoa, el grupo mayoritario en este territorio, encabezado por Iñaki Galdos y Joxan Rekondo, se ha separado del partido, quedándose con los cargos obtenidos en Juntas Generales y en ayuntamientos, y creando una nueva formación política denominada Alkarbide.

Este grupo de militantes y cargos públicos de Eusko Alkartasuna venía cuestionando la línea política de su partido de forma constante, erosionando su unidad y dando una imagen al exterior de debilidad, que probablemente incidió en la debacle electoral de marzo. Su posicionamiento ha incidido sobre todo en la necesidad de mantener la unidad de acción con el PNV, acudiendo juntos a las citas electorales, así como trabajando armoniosamente en las instituciones. Así mismo, han insistido en rechazar cualquier intento de construir un polo soberanista con la izquierda independentista, en la búsqueda de una alternativa eficaz a la deriva autonomista del PNV. Su preferencia política pasa por integrarse en el llamado nacionalismo institucional, y en ese sentido, tanto Iñigo Urkullu como Andoni Ortuzar han realizado ya varias invitaciones públicas a la colaboración.

Todo parece indicar que los miembros de Alkarbide, que por el momento sólo tiene peso en Gipuzkoa, acabarán situándose en el entorno de Sabin Etxea, intentando reforzar la imagen del partido, ahora que sus dos socios tradicionales en los últimos años, EA y Ezker Batua, parecen alejarse de su influencia, que tan nefastos resultados electorales han proporcionado a ambos partidos. Sin embargo surge una duda razonable sobre el futuro entendimiento o, incluso, la posible vuelta a la casa del padre de los díscolos guipuzcoanos.

No podemos pasar por alto la relación directa que guarda este colectivo con el grupo Bultzagilleak-Goiz Argi, integrado por el propio Rekondo, Paco Garmendia o Kepa Bilbao, entre otros profesionales e intelectuales. Es este un colectivo ultraconservador, encabezado en su momento por Antón de Irala y José Luis Iriarte, y que mantiene entre sus señas de identidad un inequívoco antimarxismo, como se encargó de denunciar en los años ochenta el ex presidente del PNV Xabier Arzalluz, quien sintió un gran alivio personal cuando los bultzagileak se decantaron por Eusko Alkartasuna en el momento clave de la escisión.

Partidarios de una especie de neofuerismo, poco amigos de las aventuras de Ibarretxe y firmes partidarios del acoso y derribo de la izquierda abertzale, queda por ver si su influencia será decisiva en el nuevo colectivo Alkarbide y si defenderán en esta coyuntura la vuelta al Partido con mayúsculas, territorio en el que iniciaron sus intrigas.

En todo caso, Eusko Alkartasuna se desprende de un serio lastre político, deja a un lado peleas internas que han debilitado enormemente a la formación y, si es capaz de realizar un congreso de tono sosegado y con iniciativas de calado, puede volver a retomar el camino de la construcción nacional, en el que estará condenado a encontrarse con otros importantes agentes políticos y sociales de este país.

Siempre es de lamentar una división traumática en el seno de fuerzas políticas que como Eusko Alkartasuna se reclaman del soberanismo y están articuladas en todos nuestros territorios, pero en esta ocasión puede que la ruptura sirva en el futuro para clarificar espacios, empujar hacia nuevos realineamientos y facilitar el trabajo en común por la puesta en marcha de un referente soberanista y de izquierdas que ilumine el horizonte del independentismo.

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