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Irlanda hace frente a su pasado entre la vergüenza y el horror

Dos días de debate en el Parlamento irlandés han servido para que los políticos expresaran su horror ante los abusos sufridos por menores a manos de las órdenes religiosas, hablando de vergüenza nacional y de la responsabilidad de las instituciones del Estado. Ello no impidió que tras los discursos de los líderes, durante el primer día de debate, la mayoría de los diputados abandonaran la Cámara, lo que ha sido interpretado por las víctimas como un desprecio añadido.

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Iñaki IRIGOIEN |

Una marcha silenciosa convocada por las asociaciones de víctimas de los abusos sufridos durante décadas a manos de las órdenes religiosas recorrió las calles de Dublín durante el mediodía del miércoles. La marcha fue convocada para coincidir con el debate parlamentario en el que se debía tratar el contenido del Informe Ryan que ha puesto sobre la mesa con toda su crudeza la realidad de la vida para miles de menores irlandeses a manos de las órdenes religiosas.

Una moción de censura contra el gobierno presentada a última hora por la oposición hizo imposible que la manifestación coincidiera con el debate parlamentario que fue aplazado hasta el jueves y viernes. Si bien eso no impidió que 15.000 personas llegadas de toda la isla tomaran las calles de Dublín para denunciar su silencio e invisibilidad forzados. Fueron también muchas las personas que aún no habiendo sido víctimas de estos abusos tomaron parte en la marcha para expresar su solidaridad y profunda repulsa para con aquellos que cometieron los crímenes y que en muchos casos todavía se pasean libres por las calles de Irlanda.

La marcha se celebró en silencio, un silencio que sólo fue roto por los aplausos de aquellos que les observaban desde las aceras. Muchos de los que tomaron parte portaban zapatos de niños como habían solicitado los organizadores, para simbolizar la inocencia de aquellos menores que fueron destrozados física y sicológicamente durante años de torturas.

Ante el Parlamento

La marcha finalizó frente al edificio del Parlamento irlandés, donde varias de las víctimas relataron como sufrieron años de hambre, brutalidad y desprecio a manos de aquellos que se suponía debían educarles y protegerles.

Las cuatro víctimas que portaban la pancarta abrían la marcha con una frase sacada de la proclamación del Alzamiento de 1916 -«Apreciar a todos los niños del estado por igual»- depositaron cuatro coronas de flores, dos negras y dos blancas, a las puertas del Parlamento en memoria de las víctimas tanto vivas como muertas. Los zapatos de niño también fueron depositados a las puertas y los lazos blancos que portaban los manifestantes fueron atados a las verjas del Parlamento.

Según los convocantes con esta marcha silenciosa se pretendía que se escuchara el clamor de justicia para con los miles de victimas que han tenido que padecer en silencio durante décadas las consecuencias de lo sufrido, pero también para reclamar que aquellos que cometieron los crimenes sean llevados a juicio y paguen por lo que hicieron.

Durante más de cincuenta años las órdenes religiosas han negado los hechos, los Christian Brothers hasta el momento de publicación del informe. Los años de connivencia del Estado con la todopoderosa Iglesia católica han servido para que los silencios del pasado se traduzcan al presente. Ello fue facilitado por la intervención del representante del gobierno que negoció las compensaciones con las ordenes religiosas, el entonces ministro de educación Michael Woods, que recientemente ha desmentido ser miembro de Opus Dei, en un acuerdo que permite a los torturadores y pedófilos el anonimato y la libertad, mientras fuerza a las víctimas, bajo amenazas de sanciones y cárcel, a guardar silencio sobre lo ocurrido.

Tan favorable para con las órdenes religiosas fue el acuerdo que hasta incluso se han visto obligadas a admitirlo por la presión popular y están estudiando como aumentar su contribución. Otra de las peticiones de las víctimas es que se le retire a la Iglesia católica el control que todavía mantiene sobre la educación de menores y los centros hospitalarios, donde hasta finales del siglo XX se produjeron los abusos. No han sido pocos los que han indicado que si otra institución hubiera sido acusada de los delitos de los que se acusa a las órdenes religiosas, la clausura hubiera sido inmediata y sus responsables encarcelados.

Exportar miseria humana al mundo en forma de salvación divina

Durante siglos, la isla de Irlanda ha sido famosa por haber «exportado» miles de sus habitantes a todo el mundo. Bien sea por voluntad propia, obligados por motivos económicos o deportados por el Imperio británico, son cientos de miles los irlandeses que han hecho su casa en otras tierras.

Entre el contingente humano que partió de la isla esmeralda hubo y todavía hay gran número de religiosos irlandeses que en muchos casos se llevaron consigo no sólo su religión, sino sus instituciones y también su peculiar «modus operandi».

Es por ello que no es de extrañar que el informe sobre abuso a menores publicado en Irlanda haya tenido un tremendo eco a nivel mundial y que hayan surgido voces que denuncian las prácticas de los religiosos irlandeses en Norteamérica -en donde ya han pasado varios casos por los tribunales y desde donde, este mismo mes, se extraditará a Gran Bretaña a un sacerdote acusado de abusos-, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda y Gran Bretaña.

Ahora bien, el fervor «educador» de los religiosos irlandeses se extendió más allá de los países anglosajones. Todavía hoy se pueden encontrar instituciones creadas por órdenes religiosas irlandesas a lo largo y ancho de África y América y a estas alturas nadie se cree que en esos lugares, como en cualquier otro de los que recalaron estos individuos, no se tomaron con el mismo fervor religioso su labor evangelizadora como las torturas y abusos sexuales, como hicieron en la mismo Irlanda. I.I.

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