Los organizadores estiraron la hora de partida esperando que quizás llegara más gente -habían elegido un sábado con esa intención- pero, finalmente, optaron por menguar el recorrido y, a eso de las 10.40 de la mañana, alrededor de cuatrocientas personas cruzaban lentamente y con escaso entusiamo el puente de Saint-Esprit, precedidas por la pancarta de las ocho organizaciones sindicales convocantes en todo el Estado: CFDT, CFE-CGC, CFTC, CGT, FO, FSU, Solidaires y UNSA.

Las megafonías se empeñaban en contrarrestar la languidez de la marcha con los lemas harto conocidos desde que los ocho principales sindicatos comenzaran sus movilizaciones con la marcha del 29 enero, a la que siguieron las del 19 de marzo y del 1 de mayo, en las que participaron miles de personas, aunque la última convocatoria tuvo menos eco. Un grupo de unas treinta personas se arremolinaba en torno a la pancarta de LAB a la salida del puente, lugar donde como el 1 de mayo, se concentraron para visualizar el apartheid al que le somete la intersindical y resaltar que también apoyaba la movilización para defender el empleo, un poder adquisitivo digno, el servicio público y exigir que no se endose a los trabajadores el peso de una crisis de la que no son responsables.

«Oldartu-Luchar juntos»

Una hora antes varios miembros del sindicato abertzale, acompañados por representantes de AB, ATTAC, Batasuna, Colectivo contra la violencia sexista, Comité de Acción de Zuberoa, CNT, ELB, la plataforma Ikasi eta Irauli, NPA, Segi y Solidaires, comparecían ante la prensa y daban a conocer la creación de un nuevo colectivo -Oldartu-Lutter Ensemble- para, precisamente, «unir fuerzas y, más allá de las movilizaciones puntuales, generar un movimiento social amplio, abierto y con una acción permanente» al estilo de lo ocurrido en Martinica, Guadalupe, Guyana... si bien matizaron que «las situaciones políticas, culturales y socio-económicas» no son comparables con las de las islas.

El llamamiento para una convergencia de luchas se apoya en la constatación de la «degradación dramática de la situación económica y social de las clases populares» y en la «necesidad de un sistema diferente».

En base a estos principios básicos, el «embrión» como lo calificaron los miembros de la plataforma -«dado que no ha hecho más que empezar a andar»- tiene fijadas una serie de reivindicaciones y acciones a las que en el futuro y a medida que Oldartu vaya tomando cuerpo, pueden añadirse otras.

Por el momento, sus «temas de lucha» están integrados en cuatro grandes capítulos: la lucha contra la precariedad y la defensa del empleo; el respeto de los derechos sociales fundamentales; el impulso de un modelo de consumo y de producción sostenible y la lucha por el respeto de las libertades individuales y colectivas. En este último apartado, exigieron la derogación de las leyes «denomina- das de seguridad interna» y denunciaron, entre otros, «las detenciones, el fichaje masivo y las tomas de ADN sistemáticas que vienen sufriendo decenas de ciudadanos» de Ipar Euskal Herria, así como el cierre del centro de retención de extranjeros de Hendaia.

Se impone la reflexión

En la manifestación, la intervención final corrió ayer a cargo de un miembro de UNSA. El mensaje unitario fue por los mismos derroteros que en los últimos meses pero, a pesar de su empeño, sus palabras no reflejaban la realidad de la contestación social. De hecho, un portavoz de la CGT reconocía que «el movimiento se está debilitando» y anunciaba una reflexión inmediata para «relanzarlo» tras el verano.

«Compagnon de galère, compagnon de combat...» decía la canción difundida por los altavoces, como lanzando una puya a una unidad de acción real y, en consonancia con el mensaje, quizás más enérgica.