La grandeza de las personas se nota a la hora del adiós
Joseba ITURRIA
Raúl Caneda, segundo de Lillo, ha dedicado la semana a hacer declaraciones que parecen compartidas por el técnico tolosarra y que quieren dejar en mal lugar a Loren y al Consejo, pero no les hace ningún favor a los dos técnicos que este mes debían dejar bien la Real.
Caneda parecía decir que ellos no renuevan por no ascender y que Loren iba a seguir en el club a pesar de no cumplir los objetivos. Conviene recordar que cuando se le pinchó el globo de Cagigao, el 11 de julio Badiola encomendó a Lillo y Loren lo que llamó «dirección general deportiva». Desde ese día son los máximos responsables de lo que ha pasado con la Real y el Sanse...
Cuando cambió el Consejo, Loren fue nombrado director deportivo y en todo momento quiso mantener a Lillo hasta el absurdo de ofrecerle su renovación tras perder contra el Hércules y quedar con opciones mínimas de ascenso en octavo puesto y a siete puntos del tercero y cuando los pocos que ahora defienden la continuidad de Lillo le zumbaban con toda su virulencia. Ven como una traición que Loren haya accedido a cumplir la petición posterior del Consejo de buscar un alternativa, pero es lo menos discutible de todo lo que ha hecho, porque si no hay una confianza total es mejor para todos no seguir. A uno le hubiera gustado que Lillo continuara, pero para ello era imprescindible el apoyo de los resultados, de la afición y del Consejo. Acusar de buscarles alternativas, cuando es su obligación en un mundo y en un club donde todo depende de la consecución de los objetivos, implica no aceptar la esencia del fútbol. No pueden pretender que no se les juzgue en función de los resultados, ni que se deposite en ellos una confianza incondicional. Ni en la Real ni en ningún otro club.
Porque Lillo dice que el termómetro de un entrenador son los jugadores, pero en el fútbol son sólo los resultados y la consecución de los objetivos los que marcan la temperatura de un técnico. Y Lillo y Caneda hubieran seguido en caso de ascenso y, como no se ha subido, no siguen. Y tienen que aceptar que en un club manda su Consejo. Hemos visto esta semana muy cerca cómo ha quedado claro que Izco destituyó a Ziganda en contra de la voluntad de Lorenzo, pese a una trayectoria de años que le avala como director deportivo.
La Real paga a Lillo y Caneda hasta el 30 de junio, no pueden estropear su buen trabajo y deben intentar hacer todo lo mejor para el club igual que si siguieran. Vemos el ejemplo de un Levante que con una cantera peor que la Real juega con jóvenes y aquellos que seguirán en el club. Si no aprovechan estos partidos para eso, por lo menos cabe esperar que se despidan con elegancia.