El Hapkido se muestra como un arma eficaz para la autodefensa ante agresiones sexistas
Las últimas agresiones sexistas en Euskal Herria han devuelto a la actualidad los llamamientos a la autodefensa desde los grupos de mujeres. En esta labor colabora desinteresadamente Hapki Yu Kwon Sul, una asociación dedicada a la promoción del hapkido, un arte marcial coreano con técnicas de autoprotección.
Agustín GOIKOETXEA
La violación de una joven en el barrio bilbaino de Bolueta y el intento de agresión a otras dos en Santutxu y Gernika, que se saldó con una brutal paliza a la víctima, mantiene en vilo en las últimas jornadas a la sociedad; especialmente a las mujeres, sus víctimas. No son pocas las que han optado en los últimos años por aprender técnicas de autodefensa para neutralizar hipotéticos ataques o escapar de ellos, en algunos casos por iniciativa propia o al ser organizados por diferentes colectivos feministas vizcainos
En esta tarea, Hapki Yu Kwon Sul, una asociación vasca dirigida a la enseñanza y promoción del hapkido, lleva ya tiempo colaborando. «Es un arte marcial que tiene en su programa de entrenamiento un amplísimo abanico de técnicas de autodefensa pensadas para personas con poca envergadura física», explica Guzmán Ruiz Garro, uno de los profesores que imparten los cursos. A pesar de ello, resalta que «aprendiendo defensa personal no se va a acabar con el problema de la violencia sexista», que sacude día tras día a la sociedad vasca y a otras.
Este maestro titulado por la Federación de Euskadi de Taekwondo, cinturón negro, 6º dan en este arte marcial y 5º dan en hapkido, desvela que las mujeres, que destacan por su mayor elasticidad y coordinación sicomotriz respecto a los hombres, asimilan con gran facilidad los recursos que les ofrece el hapkido. Así, en los programas de los cursos que se ofertan en el gimnasio de Artxandape Ikastola, detrás de la casa consistorial bilbaina, se enseñan formas para soltarse de todo tipo de agarres, puntos de presión para debilitar la potencia de agarre de individuos muy corpulentos, trabajo de suelo con técnicas antiviolación y cómo neutralizar ataques de puño, pierna o estrangulamientos.
También permite el manejo de armas disuasorias como, por ejemplo, un palo corto, un palo largo, una cuerda o cinturón, un cuchillo y un bastón, además de otras naturales como los ataques de puño, canto de mano, dedos, codo, rodilla,...
El perfil de quienes acuden a los cursillos es de personas de entre 20 y 50 años. «La mayoría no ha practicado deporte en su vida y mucho menos un arte marcial. Lo que les motiva -señala Ruiz Garro- es aprender a defenderse y mejorar la autoestima. Como se ve, no se requieren unas condiciones físicas especiales. Basta con tener buena salud».
Los grupos son mixtos, aunque hay también específicos para mujeres, en la mayoría de las ocasiones tras contactar organizaciones feministas con ellos. «Para un mejor aprendizaje, es preferible que las mujeres puedan contrastar sus avances midiéndose con los hombres. Ahora bien -aclara el profesor-, se da el caso de colectivos de mujeres que prefieren que se les impartan las clases a ellas solas».
Además, desde hace siete años colaboran con la UPV-EHU; los estudiantes que acuden obtienen créditos de libre elección. Por esta vía, durante todo el curso académico, un grupo de entre 60 o 70 personas se matricula en los cursos, como también lo hacen asociaciones de mujeres maltratadas y recientemente han hecho un taller con mujeres de etnia gitana. Todos los años, la universidad ofrece cursos gratuitos dirigidos exclusivamente a mujeres, sean estudiantes o personal de la institución, que imparten en las instalaciones de la UPV-EHU o en las de la ikastola de Uribarri.
Al margen de mujeres y jóvenes, la asociación se dirige a otros grupos de personas que, «por sus profesiones de riesgo», necesitan adquirir unos recursos técnicos que les sirvan de salvaguardia. «En estos casos, y si se trata de educadores o cuidadores, tenemos muy en cuenta en el programa, no sólo a estos trabajadores, sino también a las personas que custodian y/o educan», subrayan.
Suficiente para zafarse
Guzmán Ruiz insiste en que para que lo aprendido sea realmente eficaz, es necesaria una práctica regular. «No sirve hacer un curso de unos días», apostilla, comentando que «es muy difícil, por citar un ejemplo, que un agresor corpulento fije en el suelo a una mujer y pueda agredirla gravemente. Ella habrá adquirido, con un entrenamiento mínimo de un año, la suficiente pericia para zafarse».
Los últimos episodios de violencia sexista en territorio vizcaino, reconoce el maestro de hapkido, generan «un pequeño efecto llamada», aunque subraya que las mujeres están suficientemente motivadas. «Hasta hace poco, había algunos grupos de mujeres que no veían oportuno formar a éstas en la autodefensa, por aquello de no contestar a las agresiones con un recurso fundamentalmente de hombres. Lo deseable -incide Ruiz Garro- sería que nadie tuviese que responder con la fuerza, pero eso hoy en día es ciencia ficción y la labor educativa no ha surtido mucho efecto».
De cara a afrontar las nuevas necesidades que se puedan crear, Hapki Yo Kwon Sul pretende, a partir de septiembre, extender y regularizar la formación gratuita a mujeres maltratadas, evitando la estigmatización de este colectivo de víctimas de la violencia de género. «Lo que hacemos es de manera altruista», recuerdan.
Su iniciativa no es nueva, igual poco conocida entre el gran público pero sí entre las organizaciones de mujeres, colectivos ciudadanos y hasta por los ayuntamientos, lo que supone que haya unas cuantas mujeres formadas y con un gran nivel técnico en esta arte marcial coreana. «Lo que enseñamos, a nivel formativo, tiene oficialidad. Los grados, si se tiene interés, no solamente valen para saber defenderse, sino que también para acreditar unos conocimientos muy útiles», manifiesta este trabajador de banca, autor junto con otros de un libro sobre el hapkido como arte de defensa personal.