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Frida Modak periodista

La tortura inherente a proyectos hegemónicos

La publicación de las fotografías que muestran el grado que han alcanzado las torturas a las que las fuerzas armadas estadounidenses han sometido a sus prisioneros causó un fuerte impacto en la opinión pública internacional. Pero al escribir estas líneas el asunto había desaparecido de las primeras planas, pese al impacto provocado por la brutalidad que revelaron las imágenes y eso pone a prueba a la llamada civilización occidental.

La tortura ha existido en todas las etapas de la humanidad, lo grave es que se ha ido «perfeccionando» para hacerla más cruel y efectiva a favor del más fuertes. Los instrumentos utilizados en las guerras y persecuciones a través de la historia pueden verse en museos especializados, como el Museo de la Tortura de Bruselas. De lo actuado por Hitler queda el testimonio de los campos de concentración, las cámaras de gas y los hornos crematorios donde se eliminaba no a los prisioneros enemigos, sino a hombres mujeres y niños en función de su raza, religión, ideología, defectos físicos o mentales.

En los años de posguerra suman millones las víctimas de los golpes de estado y los conflictos regionales originados por la pugna hegemónica y la disputa por el control de las riquezas ajenas. Y en todas esas situaciones la tortura ha sido un instrumento de dominación con «técnicas» que se enseñan en las fuerzas armadas a través de los distintos pactos, alianzas y escuelas, por eso lo que se ha mostrado de la prisión de Abu Graib se parece a lo de la base naval estadounidense de Guantánamo, así como a lo que hicieron las dictaduras latinoamericanas entre los años sesenta y ochenta. Ocultar las fotografías no modifica nada.

A mediados de los años sesenta del siglo veinte, la filmación de un entrenamiento de los «marines» estadounidenses dio la vuelta al mundo y causó gran debate. En ella se veía a un sargento dando órdenes a los soldados en términos descomedidos y humillantes. Se trataba, se comentó, de hacerlos entender que las órdenes no se discutían sino que se acataban las diera quien las diera y en este caso, el que las daba era un sargento negro a soldados blancos.

En ese mismo tiempo se producía en América Latina el primer golpe de estado de los que se inscribieron en la «doctrina» de la defensa de la seguridad nacional de Estados Unidos. Fue el derrocamiento del presidente Joao Goulart el 1º de abril de 1964 y al poco tiempo empezaron a aparecer las informaciones sobre los métodos de tortura que se aplicaban a los presos políticos. El régimen militar estableció su propia institucionalidad y cuando otros golpes militares se sucedieron en los países sudamericanos, todos adoptaron constituciones y formas de gobierno similares a las brasileñas.

En América Central eran mayoritarias las dictaduras militares producto de cuartelazos gestados en Washington, que entonces tomaron algunos elementos de los otros regímenes dictatoriales. Lo que fue igual en todas partes fue la represión y la tortura porque todos los militares concurrían a la misma escuela, la Escuela de las Américas, que tenía su sede en Panamá, en la zona ocupada por Estados Unidos. Y así tenemos la universalización de los métodos de tortura a través de las distintas instancias militares, ya que Estados Unidos es también parte importante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, a la que pertenecen los países europeos.

En cumplimiento de los tratados canaleros, la Escuela de las Américas tuvo que dejar Panamá y ahora funciona en Fort Benning, Estados Unidos, con otro nombre pero con los mismos manuales de instrucción, como lo han denunciado organismos de derechos humanos de ese país. Los periodistas chilenos Fernando Rivas Sánchez y Elizabeth Reiman investigaron el tema y publicaron en 1976 el libro «Las fuerzas armadas chilenas. Un caso de penetración imperialista».

Allí, en entrevistas con ex militares chilenos que no participaron del golpe de estado, fueron reconstituyendo los «planes de estudio». Según relataron los ex uniformados, ahí se estudiaba defensa química y radiológica, redacción y oratoria, inteligencia militar, operaciones de contrainsurgencia y varios ramos tácticos. Esta etapa culminaba con una «gira de orientación» por varias bases militares estadounidenses. Pero también aprendían técnicas de interrogación, en clases prácticas, es decir, se torturaba a los propios alumnos. Les preguntaban el nombre, matrícula de guerra y las respuestas debían ser muy concisas y les enseñaban a dar datos vagos al enemigo y luego los ponían en la situación contraria, se les pedían respuestas más precisas, relata un entrevistado:

«Entonces se empecinaban, te quemaban con cigarrillos... en el estómago, en la zona genital. Eso es muy doloroso. Y nos metían fósforos debajo de las uñas». Con esa experiencia les enseñaban después a torturar. Les decían que las mujeres guerrilleras eran peligrosas y también prostitutas que estaban en la guerrilla en busca de hombres, de ahí las violaciones como castigo preferente a las mujeres, aunque no fueran guerrilleras. Les daban charlas contra el comunismo y a favor del modelo estadounidense. También contra los indígenas, diciéndoles que había que tenerlos encerrados ya que «los indios eran peligrosos porque eran animales no desarrollados». Eso quería decir «que eran seres humanos porque andaban es dos pies, pero en realidad eran animales». Luego practicaban torturas en animales pequeños.

Estas pinceladas de lo que se les enseña a los militares latinoamericanos da una idea de cómo se instruye a los soldados que van a guerras en otros lugares y obliga a preguntar: ¿cómo se instruye a los uniformados estadounidenses sobre los musulmanes? En Irak han aparecido hombres asesinados con claras muestras de que los crucificaron, cruel manera de enviarles un mensaje de carácter ¿religioso? Las violaciones a las mujeres son tan frecuentes como lo fueron en América Latina. A las presas políticas chilenas las sometían a toda clase de abusos, violaciones tumultuarias, introducción de ratas y arañas en la vagina. A las argentinas les introducían peces muertos y a las que detenían embarazadas les hacían cesárea, les robaban a los hijos y los daban en adopción para evitar que proliferaran los hijos de «subversivos».

En Irak un grupo de soldados estimulados por el alcohol y bebidas energéticas entraron a una casa, tomaron a una niña de 14 años, la violaron entre todos las veces que quisieron sin que sus padres y su hermana menor pudieran defenderla porque previamente los habían amarrado y encerrado en otro cuarto. Después, como la niña no dejaba de gritar, la mataron al igual que al resto de la familia, ahora están siendo juzgados.

En Argentina los militares detuvieron una noche a numerosos estudiantes de secundaria porque reclamaban un pase escolar en la movilización colectiva, episodio que se conoce como «la noche de los lápices», aludiendo a sus edades. Muchos están desaparecidos. Un adolescente que se salvó relató que alcanzó a ver antes de que lo liberaran a la jovencita con la que tenía un incipiente romance y ella le gritó de lejos «me violaron por delante y por detrás, ya no tengo nada que ofrecerte». Ella está desaparecida ¿cuál es la diferencia entre los dos casos?

En Chile violaron con perros especialmente adiestrados a hombres y mujeres. Dos de las jóvenes que fueron víctimas de esa brutal agresión lo denunciaron a las comisiones investigadoras creadas por los gobiernos democráticos, los hombres aún no pueden hablar de ello. Las fotos publicadas sobre Abu Graib dejan ver que allí ocurrió lo mismo, como lo hemos señalado numerosas veces en estas páginas. Además se los violó con tubos de luz fluorescente y seguramente con palos, como ocurrió en diversos países latinoamericanos.

La «marca de fábrica» no es para enorgullecer a nadie, pero ocultarlo no es la solución. El presidente Obama enfrenta una situación difícil porque los militares no sólo se niegan a ser exhibidos, sino que incluso han declarado por boca de su más alto jefe que se quedarán en Irak hasta una década si así lo estiman, aunque el presidente ha dicho que se irán el próximo año. En ese contexto ocultar los hechos es debilitar al mandatario y eso ¿es lo más aconsejable?

© Alai-amlatina

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