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Marine Pueio y Xanti Kiroga Miembros de la izquierda abertzale de Nafarroa

España: monarquía bananera

Las personas de izquierda y abertzales debemos adquirir conciencia de nuestra responsabilidad histórica Podemos establecer un escenario del cual queden desterradas las desigualdades políticas y económicas

Por absurdo que parezca, el Estado español ha vuelto a evidenciar en pleno siglo XXI que en la Europa del capital, la de la modernidad mal entendida, sigue existiendo un país de pandereta.

Es comprensible pensar que aquella cultura reaccionaria y cutre de la España de los Pajares y Estesos haya hecho mella en discípulos tan aventajados como Zapatero, Rajoy, Rubalcaba y compañía. Todos ellos desfilando al compás de la verbena borbónica y con las mejores galas de la democracia moderna.

El fraude electoral orquestado en las elecciones europeas (precedido de años de recortes de derechos civiles y políticos) denota la persistencia del anclaje en épocas pasadas, en las que todo valía para derrotar al enemigo por el bien de España.

Los abertzales y demócratas navarros, así como la ciudadanía de Euskal Herria en su conjunto, bien sabemos de qué estamos hablando. La vulneración sistemática de derechos civiles, políticos y económicos ha sido una constante en nuestro herrialde, perpetuando el modelo del régimen franquista. Sin lugar a dudas, han sido los intereses del Estado español los que, mediante represión y múltiples engaños, han mantenido la anexión de nuestro territorio a España sin consultar con la ciudadanía, como pieza fundamental en el organigrama territorial.

Una década lleva la izquierda abertzale padeciendo los zarpazos de la ilegalización. Seis años sin representación parlamentaria legal. Años éstos en los que se ha intentado ocultar y parasitar una realidad que impulsa el cambio político en una dirección concreta.

Pero la realidad es tozuda, pese a quien pese. Aquí estamos. Seguimos siendo un espacio trascendental de la sociedad y de la política navarra.

Nuevamente la derecha ha podido comprobar que la izquierda abertzale está profundamente arraigada en Nafarroa. Tan arraigada que seguimos haciendo fruncir el ceño a los Sanz, Del Burgo, Zalba y Jiménez de turno. Las declaraciones del presidente del Gobierno de Nafarroa al conocer los resultados electorales, mostrando su amarga preocupación por la importancia del voto disidente y criticando a Nafarroa Bai por su endeblez en la ocupación de ese espacio, describen por sí solas el momento político actual.

Sin embargo, la izquierda abertzale ambiciona más. Nuestro sino va más allá de la obtención de unos buenos resultados electorales en estas u otras elecciones. Nuestro compromiso social con el cambio político y económico no hace sino fortalecerse día tras día, año tras año.

Nuestra ambición es generar un espacio democrático junto a todas las personas que lo consideran un factor clave en la convivencia del siglo XXI. Perseguimos una transición democrática real. Un tiempo en el que todos los proyectos puedan ser defendidos y materializados con un único condicionante, la voluntad de la ciudadanía. Un escenario en el que la ciudadanía navarra tenga derecho a decidir sobre el futuro de Euskal Herria.

El nerviosismo en ciertas esferas del régimen por la movilización social que se está generando en Nafarroa es una muestra de las posibilidades existentes. Con absoluta certeza, el movimiento unionista navarro y las esferas de poder que lo impulsan pretenderán redireccionar una estrategia efectiva que haga perdurar las claves del sistema político y económico actual.

Las personas de izquierda y abertzales debemos adquirir conciencia de la responsabilidad histórica que tenemos. Podemos establecer un escenario del cual queden desterradas las desigualdades políticas y económicas. Unas reglas de juego nuevas que no otorguen derechos sanguíneos, como en una monarquía bananera, sobre la decisión de lo que Nafarroa debe ser, a toda una casta de políticos y empresarios corruptos.

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