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El dopaje genético, último peldaño de un negocio que mueve más de 15.000 millones de euros

El primer caso de dopaje deportivo se conoció en los Juegos Olímpicos de Sant Louis de 1904. Desde entonces, los avances en este campo rozan la ciencia ficción. Las sustancias dopantes están dejando paso a los métodos, y de hecho ya existe el llamado dopaje genético.

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Iñaki VIGOR

Las alarmas sobre el uso y abuso de productos dopantes en el deporte saltaron en 1960 en Roma, cuando un ciclista murió en plena carretera. En diversos organismos oficiales comenzaron a plantearse la necesidad de regular o prohibir el uso de sustancias que fuerzan al cuerpo humano por encima de sus límites, pero nadie pudo poner freno a una práctica que se ha generalizado en casi todas las especialidades deportivas y que en el campo profesional ha alcanzado límites insospechados.

«Hoy en día las sustancias más habituales son los anabolizantes, como la hidroepitosterona, y la EPO. La más en boga es la de tercera generación, la llamada CERA. Estos dos productos están expresamente contraindicados y prohibidos para la práctica deportiva por el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Asociación Mundial Antidopaje (AMA)». Así lo explica Félix Ceberio Balda, médico del deporte, especializado en rehabilitación, que trabaja en la Clínica Ubarmin de Iruñerria y que desde el año 2007 preside la Asociación Navarra de Medicina del Deporte (ANAMEDE).

Las sustancias dopantes son cada vez más fáciles de detectar, pero las sucesivas generaciones de esos productos se van sofisticando de manera progesiva para evitar o dificultar esa detección. «Los fármacos son cada vez mejores. La acción se consigue con menos dosis y se elimina antes, con lo cual se dificultan las pruebas de detección. Es cierto que los controles antidopaje van mejorando mucho, pero siempre hay alguna sustancia que se escapa», constata Félix Ceberio.

Aunque pueda parecer que sólo los deportistas profesionales recurren a estos productos, la realidad es que cada vez son más habituales en el campo aficionado, quizás porque también es más fácil el acceso a los mismos. «Hay mucha gente que compra EPO en Andorra a través de internet», señala Pedro Sanz Arriazu, especialista en rehabilitación cardíaca y médico del Banesto en la época de Perico Delgado y Miguel Indurain. Él mismo recuerda que la EPO comenzó a conocerse en 1987, pero no se empezó a hablar de esta sustancia hasta 1995, cuando Indurain ya se había retirado.

Uno de los casos más sonados fue el de Ben Johnson, ex atleta canadiense que fue descalificado por dopaje después de batir varios récords y ganar la final de 100 metros en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988. Según los datos que han salido a la luz, este explosivo corredor recibió 1.000 millones de pesetas del laboratorio que le suministró la sustancia dopante, pero esa misma firma obtuvo 50.000 millones de pesetas por la venta de ese mismo producto en EEUU, un país en el que sólo son ilegales las sustancias que recoge su código penal.

Y es que, aunque el juramento hipocrático dice que «lo primero, no hacer daño», muchos médicos lo incumplen sin reparo alguno. De hecho, en los últimos años han ido surgiendo una gran variedad de sustancias dopantes, cada vez más sofisticadas, que muchos deportistas consumen con ayuda médica. Y es que, a pesar de que en el año 2003 se aprobó en Dinamarca el Código Mundial Antidopaje, los 101 países firmantes del mismo no han podido frenar un negocio que mueve cada año en el mundo más de 15.000 millones de dólares.

Pero, aunque parezca mentira, las sustancias dopantes ya han sido superadas por los métodos dopantes, aunque de momento sólo están al alcance de unos pocos. Desde que el genoma humano fue descifrado, en el campo del dopaje se están abriendo posibilidades que hasta hace pocos años parecía ciencia ficción. Se ha descubierto que los jamaicanos poseen un gen de la velocidad y que existen genes que también condicionan la resistencia o la potencia. Basta manipular esos genes para que una persona adquiera unas facultades excepcionales.

«Existe un mundo inagotable para conseguir el aumento del rendimiento deportivo. Se sabe cuál es el gen que produce la EPO. El dopaje genético ya existe, hay gente que ya es capaz de manipular esos genes, e incluso hay sospechas de que se utilizó en los Juegos Olímpicos de Pekín. A mí todo esto me da mucho respeto, porque vamos a entrar en ese mundo pero no vamos a saber salir», advierte Félix Ceberio.

Efectos que llegan incluso a la muerte

Esta misma semana el ex ciclista francés Laurent Fignon ha confesado que sufre un cáncer avanzado en el aparato digestivo, pero lo desvinculó de las prácticas dopantes que hizo durante su carrera deportiva. El anuncio coincide con la próxima salida de su libro, titulado «Éramos jóvenes y despreocupados», en el que admite el consumo de sustancias como anfetaminas y corticoides durante su carrera ciclista.

«En mi época todo el mundo hacía lo mismo, como ahora todo el mundo hace lo mismo», confiesa Fignon, que ganó dos Tour y otras carreras de gran prestigio.

Sea o no este cáncer consecuencia de las sustancias dopantes, está documentado que su uso continuado tiene siempre unos efectos secundarios negativos, que pueden llegar incluso a la muerte. Es el caso de 18 ciclistas juveniles que fallecieron en un país europeo por abuso de EPO, según informes que todavía no son concluyentes.

«Todos los productos dopantes que se toman hoy en el deporte, sean del tipo que sean, a largo plazo producen unos efectos sobre la salud, como pueden ser lesiones cardíacas, siquiátricas o acortamiento de la vida del deportista. Muchos se creen que el efecto del fármaco o sustancia que tomen sólo va a actuar durante el tiempo que ellos lo consumen, pero se ha demostrado -constata Félix Ceberio- que esas sustancias producen unos efectos secundarios segurísimos sobre la salud del deportista cuando son tomadas a dosis muy altas o durante mucho tiempo, muy por encima de las dosis terapéuticas».

Uno de los grandes problemas que ve este médico navarro es que, cuando el deportista de élite deja de hacer deporte, deja también de estar controlado. «Son profesionales que están muy bien controlados durante su vida deportiva -explica-, pero después se van perdiendo y es imposible tener un control exhaustivo. Nadie es capaz de controlar qué hacen los deportistas profesionales cuando dejan su profesión. Pero cada vez hay más registros de situaciones comprometidas en la vida de esos deportistas».

Así, se ha detectado una estrecha relación entre esas secuelas con sustancias dopantes como los anabolizantes o la eritroproyetina. Por ejemplo, en Holanda y Bélgica se han detectado casos de ciclistas que han muerto en situaciones de reposo, y también están documentados casos de deportistas de potencia a quienes el uso de anabolizantes les ha llevado a muertes prematuras. Tampoco faltan los casos de muertes súbitas, de complicaciones cardíacas o incluso los suicidios de deportistas que han decidido acabar con su vida tras conocer que tenían cáncer.

«No se puede establecer con certeza absoluta una relación causa-efecto, pero sí existe una certeza relativa de que el consumo de ese tipo de sustancias provoca trastornos de la salud y trastornos siquiátricos. En el caso de la toma de anabolizantes, sí está documentado que esos productos causan, fundamentalmente, muertes precoces por cardiopatías y trastornos esquizofrénicos», informa Félix Ceberio, quien no duda de que «siempre se paga un precio por el dopaje».

«Está demostrado que el campeón nace»

¿Y es posible llegar a ser campeón sin tomar ese tipo de productos? «Esa es la pregunta del millón -nos responde el presidente de ANAMEDE-. Hay que confiar en que sí. Yo estoy convencido de que muchos grandes campeones llegan a ese nivel sin tomar sustancias dopantes. Supongo que también habrá campeones que las tomarán, y que probablemente hay un segundo nivel de deportistas que posiblemente tomen más drogas que los grandes campeones. Yo creo que los grandes campeones no necesitan recurrir a esas sustancias, porque genéticamente están superdotados. Es decir, llevan una carga genética que les permite llegar a esos límites de trabajo y a ese nivel de resultados. Quizás en el segundo escalón, donde están esos casi grandes campeones, sea donde más se recurra a las drogas, precisamente porque quieren emular al campeón. Está demostrado que el campeón nace. Luego tendrá que entrenar, tener constancia, que le respeten la salud y las lesiones... Pero el campeón nace con una carga genética. Lo que hay que hacer es descubrirlo y ponerlo en marcha». Aunque existe el convencimiento de que el recurso a sustancias o métodos dopantes se da en prácticamente todas las modalidades deportivas, no hay duda de que el ciclismo es el más vinculado con este mundo, quizás porque se trata de uno de los deportes más exigentes y porque en él se han dado los casos más sonoros. Pero también es en el que existen las normativas más severas. «Hoy en día casi todo da positivo», constata Pedro Sanz, que lleva trece años realizando los controles antidoping en la Vuelta.

En su larga carrera profesional ha realizado miles y miles de análisis de orina y ha conocido por dentro los entresijos de este mundillo. «Hay una cosa interesante en ciclismo profesional que yo no conozco en otros deportes. Cada corredor -informa- tiene una libreta de salud donde lleva apuntada toda la medicación que ha tomado durante el año y la que tiene permitida. Yo he comprobado que casi el 50% de los ciclistas profesionales son asmáticos, lo que les permite tomar Ventolín o los medicamentos que sean necesarios. Todo eso lo tenemos que reflejar los médicos en el control antidóping para que no haya problemas».

El sistema de control es el mismo en todas las categorías, desde infantiles hasta los corredores de élite. Al acabar la carrera, se recoge la orina del líder, del ganador de la prueba y de tres ciclistas elegidos por sorteo. «Yo he llegado a estar cinco horas esperando a un corredor para poder recoger la orina -recuerda Sanz-. A veces me ha tocado tener que coger un coche, o el tren, e irnos al hotel a esperar porque no podía orinar. Si ha sido una etapa de mucho calor, una contrarreloj o han sudado mucho, les cuesta más orinar. Los ciclistas tienen esto muy asumido y no les molesta. En cambio, les resulta desagradable cuando el médico de la UCI les despierta a las seis y media o siete de la mañana para extraerles sangre y llevarla a sus frigoríficos».

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firmaron en 2003 el Código Mundial Antidopaje, pero no ha servido de mucho, ya que esta práctica sigue siendo habitual en casi todos los deportes.

«Hay que concienciar a los jóvenes de que lo que está en juego es su propia salud»

Félix Ceberio y Pedro Sanz participaron el pasado jueves en una mesa redonda sobre «Educación para la salud en la práctica ciclista», acto con el que se cerró el ciclo organizado por la Federación Navarra de Ciclismo y la Fundación Colegio de Médicos de Navarra. Ambos médicos coincidieron en muchas cosas, pero si algo subrayaron fue la importancia de educar a los jóvenes sobre los riesgos de ingerir sustancias para mejorar su rendimiento deportivo.

«Tenemos que concienciar a los jóvenes de que lo que está en juego es su propia salud. Aunque haya personas que les recomienden tomar tal o cual producto, deben saber que sus efectos no repercutirán en quien incita a tomarlos, sino en el que los toma», afirmaron.

Pedro Sanz advirtió de que los productos dopantes se consumen cada vez a edades más tempranas y no sólo en el campo profesional, y se preguntó que pasaría si se hiciera obligatorio el control antidóping a los participantes en pruebas tan exigentes como, por ejemplo, la Quebrantahuesos. «Yo estoy seguro de que muchos darían positivo», comentó. I. V.

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