Jakue Pascual Sociólogo
Doblemasnobueno Orwell
«1984» cumple sesenta años. Hace treinta y cinco que cayó en mis manos y os aseguro que mientras lo leía no pensaba en la URSS
La nariz del policía del pensamiento asoma por la mirilla de la 101-Ministerio del Amor. Orwell yace en un camastro. Manchas sanguinolentas compiten con las rayas de su pijama. Los ojos rojos de una rata gorda observan. «Danos la lista y terminará tu tortura», repite el eco del Comisario O'Brien. «Doblepensarás y serás reescrito como nopersona».
Eric Arthur Blair entra en el pijo St. Cyprien. Such, Such Were the Joys. La letra de las diferencias sociales se inculca con la vara en el colegio de Sambo y Flip. «Un niño vive a menudo en un mundo terrorífico» y se mea en la cama.
Policía Imperial: Días de Birmania. «Cuando el hombre blanco se convierte en tirano, destruye su propia libertad». Dimite, se hace llamar George Orwell. Escritor «Sin blanca en París y Londres», deambula entre desempleados por «El camino de Wigan Pear».
Se enrola en las milicias del POUM que combaten junto a los anarquistas en el frente de Aragón. Colectivizaciones: «Tierra y libertad». «Mañana el café en Huesca». Una bala lo traslada a Barcelona. Mayo: Revolución en la contrarrevolución. Las democracias burguesas desertan ante el fascismo. Los estalinistas controlan un ejército regular republicano pertrechado por la URSS y purgan a libertarios y trostkistas. «Homenaje a Cataluña».
El cerdo Viejo Mayor (Lenin) organiza la «Rebelión en la granja». «Cuatro patas sí, dos pies no». El triunfo de la revolución animal expulsa a los propietarios humanos y autoorganiza la estancia. Pero los herederos del Viejo se enfrentan por el control de la hacienda. Napoleón (Stalin) impone el «cuatro patas sí, dos pies mejor» y lincha a Snowball (Trotski), traidor a la patria cerda. El universo está impregnado de eslóganes, desfiles y policías que vigilan el sueño de Bowling. «Subir a por aire». Batalla de Inglaterra: Orwell en la Home Guard de picas. Los soviéticos cercan Stalingrado. V-2: La BBC te desea «buenas noches y buena suerte».
Isla de Jura, 1984. Winston Smith es un funcionario del Ministerio de la Verdad de la Oceanía anglosajona. Su trabajo consiste en borrar todo vestigio de los vaporizados en el revisionismo del perpetuo presente. La guerra es paz con el doblepensar del Ingsoc. Dos minutos de... ¡odio! La neolengua elimina significados indeseados. Dudas. Goldstein atrae como la mierda a las moscas. Perpetrado el crimental ¿A qué estáis dispuestos?, reta el topo. La Guerra Fría cataloga el relato de anticomunista.
Para Deutscher, «1984» puede ser utilizado sin considerar las intenciones del autor. «The Guardian» abre la polémica con una carta desclasificada por el Foreing Office, pero apostillando que se ha retirado una supuesta lista de criptocomunistas denunciados por Orwell. La prensa reitera la noticia difamándolo como chivato. Los estalinistas lo acusan del «holocausto soviético». Y los editores de su correspondencia (Éditions Ivrea) tercian con el folleto George Orwell ante sus calumniadores.
«1984» cumple sesenta años. Hace treinta y cinco que cayó en mis manos y os aseguro que mientras lo leía no pensaba en la URSS, sino en que todo era gris y franquista.