En estos momentos, Francis Ford Coppola disfruta de la libertad y la independencia haciendo las películas que le vienen en gana, ajeno a presiones comerciales o a las críticas adversas. Se puede permitir ese lujo gracias a que es un empresario solvente que dispone de su propia productora, American Zoetrope, con ingresos que le llegan principalmente de su otra faceta de propietario de bodegas de vino y de hoteles.

Pero, en la vertiente de hombre de negocios, le sale su vena ítaloamericana y, el haber sido el director de la trilogía de «El padrino», cayendo a veces en actitudes mafiosas. El rodaje de «Tetro» en Buenos Aires estuvo a punto de irse al traste, en cuanto los sindicatos de actores argentinos se enteraron de que no hacía contratos y no respetaba ni el sueldo mínimo, horas de descanso y demás derechos laborales. La tensión creció cuando le fue sustraído su ordenador personal, con el guión completo de la película. Hay otros aspectos artísticos que se han resentido por culpa de la accidentada filmación, como la elección del actor principal. El trabajo interpretativo del venido a menos Vincent Gallo no ha gustado, después de que se barajaran los nombres de Matt Dillon y Javier Bardem.

Coppola padre no supo adaptarse al cine comercial durante la pasada década, perdiendo el crédito del que disponía. En la actualidad, el apellido va más asociado en lo creativo a su hija Sofía, que ha heredado su talento. Perteneciendo a una familia artística no es de extrañar que haya acabado por utilizar la inspiración autobiográfica, porque en «Tetro» hay una clara referencia a la figura paterna de Carmine Coppola, el director de orquesta, interpretado en la ficción por Klaus Maria Brandauer.

Retorno a los orígenes

El cineasta ha querido retornar a sus orígenes empleando una estética en blanco y negro cercana a la de «La ley de la calle», así como elementos escénicos y coreográficos con toques puntuales de color que nos retrotraen a «Corazonada». En cualquier caso, no cabe duda de que atraviesa por una etapa más oscura, definida por el estilo europeo del director de fotografía rumano Mihai Malaimare Jr., con el que empezó a colaborar en su anterior realización «Juventud sin juventud», basada en la novela «Tiempo de un centenario», del escritor también rumano Mircea Eliade. Esta película sigue inédita en nuestras pantallas y, a juzgar por las malas críticas que cosechó, es muy difícil que se distribuya.