Las altisonantes declaraciones de Patxi López tras el atentado de Arrigorriaga han sonado a hueco en la conciencia de algunas. Sobre todo de quienes aspiran a dirigir los pasos de la llamada «lucha antiterrorista». Los y las estrategas no están muy convencidas.

Isabel San Sebastián, desde las páginas de «El Mundo», proclamaba ayer su escepticismo: «Lamento aguar la fiesta a los convencidos de que esta vez es diferente; esta vez va en serio; esta vez sí, todos juntos por la senda de la firmeza, vamos a derrotar a ETA... pero no termino de creérmelo». Ya empieza en plan pesimista.

Y es que, dice Isabel, «los mismos que encabezan esta manifestación se pusieron ayer al frente de la que reivindicaba el diálogo como instrumento insustituible para alcanzar la paz (entonces la palabra libertad estaba proscrita de la pancarta). O porque quienes hoy consideran a Eduardo Puelles uno de los nuestros y abrazan calurosamente a Paqui, tildaban entonces a millares de viudas y huérfanos igualmente nuestros de resentidos o rencorosos por oponerse en la calle a la negociación con los terroristas. O porque en lugar de mostrar a los asesinos el camino de la cárcel, tal como hacen ahora, se sentaron a tomar café con ellos». ¡Qué fuerte!

Pues, según la columnista, Patxi López, Eguiguren y Zapatero han pasteleado tanto con ETA que ahora teme que vuelvan a las andadas. Y por eso señala que ahora «la carga de la prueba es suya». Ahí quería llegar. Ahora les pone los deberes: «Podrían empezar pidiendo perdón por empecinarse en el error y descalificar a quienes, desgraciadamente, acertamos al advertir que el proceso acabaría como acabó: con más sangre. Sería un buen primer paso al que habrían de seguir otros: disolución inmediata de los ayuntamientos que gobiernan los etarras en virtud de uno de los acuerdos alcanzados en la negociación de marras. Revocación del mandato parlamentario que autoriza al Ejecutivo a entablar conversaciones con la banda criminal. Firma de un nuevo acuerdo formal en el que PP y PSOE se comprometan a denunciar y rechazar cualquier propuesta de los terroristas en ese sentido». ¡Pobre Isabel! Se la ve angustiada.