Iruñea 6 de julio, 12:00 del mediodía. «Pamplonesas, pamploneses, viva San Fermín, gora San Fermín. Felices fiestas. TXSSSSSSS...PUM!!!». Y Maite Esporrín, del PSN, sonriente, danzarina y exultante ante las cámaras, daba inicio a nuestras fiestas. Después, describiría el momento como bonito, fantástico, maravilloso, y de mezcla con la ciudadanía. Qué gráfico. Porque tratándose de una concejal, cualquiera podría pensar que eso de mezclarse con la ciudadanía es el ejercicio diario y acostumbrado. Pero no. A juzgar por la emoción que trasladaba, constituye una ocasión excepcional a la que ha accedido vía txupinazo. O sea, desde arriba y a lo lejos.

Al otro lado del balcón, con el acceso al exterior prohibido, convenientemente escamoteada a las cámaras por portar una ikurriña, quedaba otra concejal, Mariné Pueyo. Y con ella, igualmente ocultos, los miles de ciudadanos y ciudadanas que la eligieron como su representante. Ya se sabe: ojos que no ven... Y en sanfermines, en nuestros tan internacionales sanfermines, hay cosas que menos que nunca deben verse. Porque los sanfermines son, sobre todo internacionales. Cada vez más internacionales. Prima lo internacional. Y no es que los de casa no tengamos sitio, entendámonos, que los de casa podemos estar, podemos quedarnos, nadie nos lo impide. Siempre y cuando no estropeemos la imagen a mostrar. Siempre y cuando no se nos ocurra ir con iniciativas populares y programas alternativos y señas de identidad y reclamar derechos y participación. Siempre y cuando ni se nos vea, ni se nos oiga y bebamos y bailemos y nos olvidemos de quienes somos. Siempre y cuando no queramos ser, nadie nos impide estar. Qué faena que no aceptemos.