Euskal Herria Jaietan | SAN FERMINAK
A falta de fuente, contenedores para una «tradición» que no se borra tan fácil
Mientras la fuente de Nabarreria descansa en algún almacén, los balcones y contenedores sufren por su ausencia. Ni unas obras a destiempo han conseguido dejar sin salto a todos esos «guiris» que esperan ser protagonistas por unos momentos.
Izaro ARBILLA |
El «salto del guiri» ha resultado ser irrefrenable, y es que, aun sin fuente, toda altura es apetecible para esa masa de visitantes que apuntan el salto de la fuente en su lista de propósitos sanfermineros. A diferencia de algún otro año, en éste el motivo de que no haya fuente no es la seguridad, sino esas interminables obras que padece la parte vieja iruindarra.
La «tradición» consistía, hasta ahora, en acudir a Nabarreria tras el chupinazo, con mucho alcohol en vena, y trepar la fuente para hacer un poco el gamba en la cima mientras botellas y vasos intentan alcanzar el blanco fácil... Y luego, saltar, a lo que toque. Abajo, unos cuantos supuestos amigos acudían, extendiendo los brazos para socorrer la caída. Si el o la valiente tenía suerte o una cara bonita, los de abajo amortiguaban la caída y todo quedaba en un buen subidón de adrenalina; si el superman era un poco feo, gordo o peludo, tenía más papeletas para degustar el sabor del adoquín. Una atracción barata que era promocionada, incluso, por agencias de viajes extranjeras y que con el tiempo se ha convertido en parte de la fiesta y en dolor de cabeza para el Ayuntamiento iruindarra, y es que en más de un año ha habido que lamentar un mal salto.
Si alguien creía que ayer, sin fuente, no habría saltos, se equivocó. No tan escandalosos como los de otros años, pero sí graciosos y merecedores de salir en estas páginas. No se sabe si los guiris estaban sobre aviso de la ausencia de la «barraca», pero poco les costó encontrar sustituto. El ambiente del principio era de incertidumbre, todos parecían esperar al número uno, al valiente, al primero en romper el hielo, pero cuando hay kalimotxo y demás por medio, todo se acaba arreglando.
En pelotas se cae mejor
Diríase que la colocación de ocho contenedores en el lugar que antes ocupaba la fuente fue meditada. Cabía suponer que no se quedarían sin salto, y así fue. Este año ya no se trataba tanto de cuestión de valentía, sino de tradición; de hecho, hasta un niño se animó a saltar. Toda la plaza esperaba espectante algo morboso, algún loco, alguna caída... y los hubo. Algunas guiris y sus ansias de exhibicionismo hicieron que los hombres se volvieran locos y la plaza retumbaba cuando alguna amagaba con quitarse la camiseta. Era el momento en el que, como por arte de magia, la gente para amortiguar la caída se multiplicaba, todos a la espera de pillar cacho. Ellas sólo sonreían, con hielos y botellazos rodeando su cabeza. Parece que cuando hay un blanco fácil la gente se emociona lanzando todo tipo de objetos.
Los balcones no fueron trampolines esta vez, pero también tuvieron su «momentico» después del cohete. Algún personaje se atrevió a tirarse desde allí, pero no sin antes dar constancia a toda la plaza de que era un hombre. Su aparición no fue demasiado bien acogida, porque fue acribillado por todo tipo de espectadores.
En definitiva, con fuente o sin ella, el «salto del guiri» sigue vivo. Poco se sabe de la raíz de esta costumbre, pero hay quien señala con el dedo a los australianos. Fuese quien fuese, está claro que creó una «tradición» muy conocida y practicada sobre todo entre los anglosajones y que hace que cada 6 de julio los potes en la plaza de Nabarreria sean más divertidos, sin que siquiera haga falta fuente, como quedó claro ayer.