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Relaciones EEUU-Rusia

Obama quiere empezar de cero con una Rusia «fuerte, pacífica y próspera»

El presidente de EEUU, Barack Obama, ratificó, con un discurso solemne plagado de referencias históricas y citas rotundas, su intención de reiniciar desde cero las relaciones con Rusia. Pero a tenor de la precavida reacción del público y de la prensa y analistas rusos, necesitará algo más que buenos deseos. Por de pronto, el primer ministro ruso, Vladimir Putin, le recordó que el escudo antimisiles y la ampliación de la OTAN al este son líneas rojas para Moscú.

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GARA | MOSCÚ

En su segunda jornada de visita a Moscú, el presidente estadounidense, Barack Obama, ofreció a Rusia una nueva era de cooperación sobre las ruinas de la Guerra Fría, lo que no le impidió hacer una velada crítica a la situación de los derechos humanos en el país anfitrión, al que instó, además, a alinearse con Washington contra países «díscolos» como Irán y Corea del Norte.

En el marco de un solemne discurso ante la Nueva Escuela Económica -institución que forma a las futuras élites de la Rusia surgida de las cenizas de la URSS-, Obama se dirigió al conjunto de la sociedad rusa, a la que instó, en lenguaje ya habitual, a poner las relaciones bilaterales a cero y a remontar las viejas concepciones de «el todo o nada» entre Rusia y EEUU.

«Debemos ir más allá de una nueva era entre el Kremlin y la Casa Blanca, aunque esto sea importante. Debemos hacer un esfuerzo sostenido entre los pueblos americano (sic) y ruso para identificar los intereses comunes, ampliar el diálogo y la cooperación y allanar el camino al progreso», anunció.

En su discurso ante los que calificó de representantes de «la última generación nacida cuando el mundo estaba dividido», Obama realizó un difícil juego de equilibrismo.

Loas al «sacrificio soviético»

Así, mostró su «profundo respeto por la herencia inmemorial de Rusia» y exaltó a la vez el inmensurable sacrificio soviético durante la Segunda Guerra Mundial, en un loable esfuerzo dialéctico para no dar alas a quienes, con toda la razón, denuncian la tendencia de EEUU de dar lecciones sobre materias en las que no llega siquiera ni a mal aprendiz. Ello no le impidió, sin embargo, reiterar las exigencias tradicionales de Washington a Moscú en materia de respeto a las reglas de la democracia, de lucha contra la corrup- ción y de respeto a la soberanía de otros países, como Ucrania y Georgia.

«La historia nos muestra que los gobiernos que están al servicio del pueblo sobreviven y prosperan, nunca lo hacen los gobiernos que no están más que al servicio de su propio interés», advirtió Obama horas antes de un anunciado encuentro con representantes de la minúscula oposición liberal rusa.

El presidente de EEUU se apresuró inmediatamente a recuperar su tono conciliador. «Las cosas deben estar claras desde el principio: América quiere una Rusia fuerte, pacífica y próspera», aseguró tajante.

La Casa Blanca había asegurado que el de ayer era el tercero de una serie de grandes discursos de Obama para presentar la nueva política exterior estadounidenses, tras los pronunciados en Praga en abril, cuando propuso un mundo sin armas nucleares, y en El Cairo el mes pasado, cuando planteó un nuevo comienzo en las relaciones de EEUU con el mundo musulmán.

No obstante, el público -entre el que se encontraba el último líder de la URSS, Mijail Gorbachov- le escuchó con atención aunque sin prodigarse en los entusiastas aplausos que marcaron intervenciones similares del primer presidente negro de la historia de EEUU en discursos similares en Europa.

Irán y Corea del Norte

El escepticismo hacia EEUU, visible en el conjunto de la sociedad rusa, se vio confirmado cuando Obama insistió en presentar como «intereses comunes» algunas de las cuestiones sobre las que Washington ha hecho casus belli particular en los últimos tiempos.

Así, en su discurso aseguró que ni Rusia ni EEUU se beneficiarían de una supuesta proliferación nuclear en el sudeste asiático o en Oriente Medio. «Debemos estar unidos para oponernos a los esfuerzos de Corea del Norte por convertirse en una potencia nuclear e impedir que Irán se haga con el arma atómica», insistió.

Todos estos desafíos, entre los que incluyó el cambio climático, «reclaman una alianza mundial y esa alianza será más fuerte si Rusia ocupa el rango de gran potencia que le corresponde», añadió Obama.

Consciente de las dificultades, propias y ajenas, el inquilino de la Casa Blanca reconoció que «desgraciadamente, pervive la impresión de que los viejos clichés prevalecen, de que persiste una concepción del ejercicio del poder anclada más en el pasado que en el presente».

Frente a ello, opuso su nueva visión de las relaciones bilaterales a la imperante en el siglo XX, en la que «EEUU y Rusia estaban abocados a ser enemigos» o a la del siglo XIX, en la que estuvieron condenados «a rivalizar por esferas de influencia y donde las grandes potencias debían forjar alianzas para hacer contrapeso unas a otras».

Recuperar las relaciones desde cero «no será fácil -volvió a reconocer-. Forjar una alianza duradera entre antiguos enemigos y cambiar actitudes ancladas en nuestros gobiernos durante decenios será difícil».

Pero «la época en la que los imperios podían manipular a estados soberanos como las piezas de un juego ajedrez es ya historia», concluyó, en referencia directa al rediseño del mundo que realizaron en la cumbre de Yalta Roosevelt, Churchill y Stalin tras la derrota nazi en la Segunda Guerra Mundial.

Mucho por hacer

Más allá de su discurso y de la magnitud de los acuerdos alcanzados en materia de desarme nuclear, todo apunta a que la visita de Obama ha servido para mejorar la atmósfera bilateral y para sentar las bases de una futura cooperación.

Los analistas ponen el acento en el cambio de estilo con la nueva Administración estadounidense. E insisten en que, pese a que cuestiones como Ucrania, Georgia y los derechos humanos no han desaparecido, «han quedado relegados a un segundo plano», constata Fedor Lukianov, director de la revista «Rusia en la Política Mundial».

Bush y Putin

No falta quien recuerda que, ya en 2001, en los primeros meses de la Administración Bush, ambas partes hablaban ya entonces de nuevo comienzo. «No olvidemos que Bush y Putin tenían excelentes relaciones, pero nada avanzó», rememora Viktor Kremeniuk, vicedirector del Instituto USA-Canadá en Moscú.

«Es pronto para aventurar que esto vaya a durar y que el progreso será real, porque la desconfianza mutua sigue siendo profunda», añade.

Y la lista de contentiosos sigue siendo grande. El acuerdo sobre desarme ha sido de mínimos. Rusia exige mayor reducción en la cifra de vectores de transporte nucleares -en los que EEUU tiene la supremacía-, mientras Washington pone el acento en una mayor reducción de cabezas nucleares.

La cuestión del escudo antimisiles será crucial a la hora de valorar el alcance del cambio de actitud de EEUU.

«No sabemos si los americanos han tomado en cuenta nuestras inquietudes», constata Viktor Essine, antiguo jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Estratégicas rusas.

El Gobierno de Putin marca las líneas rojas a Washington

El primer ministro ruso, Vladimir Putin, recordó ayer a Obama que Ucrania y Georgia, dos ex repúblicas soviéticas, son «muy importantes para Rusia».

«Ucrania y Georgia, como todo el espacio postsoviético, es muy importante para Rusia», declaró M. Uchakov, consejero de Putin y antiguo embajador en EEUU tras el desayuno entre el inquilino de la Casa Blanca y el primer ministro ruso en su residencia de Novo-Ogarevo, en las afueras de Moscú.

Por su parte, y siempre según la versión del encuentro ofrecida por Uchakov a la prensa, Obama habría prometido «tener en cuenta» la posición de Rusia respecto a Georgia y Ucrania, país este último en el que viven 17 millones de ruso-hablantes.

Con respecto a la república caucásica, aliada de EEUU, Putin aseguró que el presidente georgiano, Mijail Saakachvili, habría «malinterpretado el apoyo americano en el contexto de los elementos que precedieron a la guerra» entre Moscú y Tbilissi en agosto del año pasado. Georgia lanzó entonces una ofensiva militar contra el enclave de Osetia del Sur, a la que Rusia respondió con un contraataque masivo hasta territorio georgiano. La reacción de Moscú, que incluyó el reconocimiento de la independencia de Osetia del Sur y de Abjasia, otro enclave independentista dentro de las fronteras georgianas, fue duramente criticada por la Administración Bush, que utilizó el resorte de la OTAN para deteriorar las relaciones con el Kremlin.

Por lo demás, poco trascendió del encuentro Putin-Obama, que se celebró en un ambiente frío en comparación con la buena sintonía mostrada la víspera entre el presidente ruso, Dmitri Medvedev, y su homólogo estadounidense. Ello pese a que Obama no dudó en felicitar a Putin por «su trabajo extraordinario tanto como presidente en los años pasados como actualmente como primer ministro».

Putin le devolvió el cumplido asegurando que «vinculamos a su nombre (el de Obama) las esperanzas de mejora de nuestras relaciones».

Ya terminado el encuentro, que consistió en un «desayuno al estilo ruso», Obama no ahorró elogios a su anfitrión, del que había asegurado antes de su llegada a Moscú que estaría «anclado en el pasado».

Horas después de que Putin estableciera claramente las líneas rojas a no traspasar por EEUU, el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, fue explícito al advertir de que si «nuestros socios (EEUU) deciden realizar en su integridad el proyectado sistema de defensa antimisiles, ello pondrá seriamente en cuestión las perspectivas de reducción ulterior de los arsenales estratégicos». Más claro agua. Al puro estilo ruso.

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