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San Fermin 2009

Pitos a Barcina en la procesión

 

Martxelo DÍAZ

Con un Ayuntamiento que invariablemente trata de ahogar cualquier expresión callejera -la negativa a ceder el espacio de la Takonera a Gora Iruñea! es el último ejemplo-, la procesión en honor al Santo se convierte en una de las pocas oportunidades en la que la ciudadanía puede expresar su malestar hacia la alcaldesa.

En Sanfermines y en Iruñea suceden cosas extrañas. Y la de la procesión es una de ellas. Lo que en otra ciudad sería un acto al que únicamente asistiría un grupo de beatas o de devotos del momentico, en la capital navarra se convierte en una de las citas ineludibles de la agenda festiva. «Mañana hay que ir a la procesión», es una de las frases que se escucha en los sitios más inimaginables. Que la resaca lo permita es otra cosa.

El año pasado la cosa alcanzó límites esperpénticos, con numerosas calles de Alde Zaharra tomadas por la Policía española, con cascos y porras, mientras Caravinagre denunciaba su presencia. Ayer no se llegó a ese extremo, pero la Policía Municipal realizó un despliegue de los de gala para proteger a la Corporación. La Policía española se quedó con su material antidisturbios en la calle Mañueta, fuera del recorrido de la procesión.

Los municipales con sus uniformes chillones son ya una parte esencial del cortejo de la procesión. Primero, van los cabezudos, kilikis y zaldikos. Después, los gigantes. Luego, los municipales escoltando a los ediles y, finalmente, la banda La Pamplonesa.

La novedad de este año era la reciente instalación por parte del Ayuntamiento de cámaras de videovigilancia en la calle Curia, la que desemboca en la Catedral y que anualmente acoge a decenas de personas que increpan a Yolanda Barcina.

Como suele suceder con el Ayuntamiento de Iruñea, las cámaras se han instalado sin consultar a los vecinos y sin informar de cuál va a ser el uso de esas grabaciones. Las malas lenguas iruindarras dicen que las cámaras eran para grabar a los que silban a Barcina.

Por no poner, no se han puesto siquiera los preceptivos carteles que advierten, tal y como exige la Ley de Protección de Datos, que se está entrando en una zona videovigilada.

Durante la noche del 6 al 7 aparecieron unas pegatinas que simulaban estos avisos. «La Policía Municipal graba todos sus movimientos». Parecían oficiales, pero eran una forma de protesta.

El hecho de que en las mismas el euskara no apareciera ni por asomo tampoco era de extrañar tratándose del Ayuntamiento de Iruñea. En castellano y en inglés. Y punto.

Conforme se acerca el cortejo de Barcina, con Simón Santamaría, el reprobado jefe de la Policía Municipal, cubriéndole las espaldas comienzan a escucharse los pitidos.

Para entonces, los municipales ya se han apostado en los principales cruces. Todo un despliegue.

En otras calles, Barcina recibe aplausos. En Mercaderes y en Curia, en cambio, los silbidos son mucho más numerosos. Aunque también es cierto que existen incondicionales de la alcaldesa que se acercan a estas calles para aplaudirle y gritarle piropos como «¡Guapa!» a pleno pulmón.

Mientras, al inicio de la cuesta de la calle Curia un grupo de personas hace ondear ikurriñas. La misma bandera que Barcina y Santamaría intenten evitar por todos los medios que se vea en el chupinazo. Aunque sea en el vestido de una concejal.

Durante la procesión de ayer, Mariné Pueyo cambió el vestido con los colores de la ikurriña por el protocolario de gala roncalesa. Junto a su compañero Mikel Gastesi, desfilan en la cabeza del grupo de ediles. Quienes pitan a Barcina, les aplauden.

Si algo se le puede reconocer a Barcina es que es capaz de poner su mejor sonrisa aun en las situaciones más difíciles. Si la gente le pita, opta por el estilo Pantoja. «Dientes, dientes, que es lo que más les jode». Y lo de saludar con la mano pase lo que pase también lo domina.

Al regreso de la comitiva oficial de la Catedral, los municipales golpearon a un grupo de personas que silbaban a la Corporación al inicio de la calle Curia.

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