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San Fermin 2009

Los silbidos a Barcina y la oreja de Tendero, lo más interesante de la tarde

Pepe FARIAS |

Mal empezamos la Feria de San Fermín. Lo más atractivo de la tarde de ayer en el coso iruindarra fue el recibimiento a la alcaldesa de la capital navarra, Yolanda Barcina, por parte del mocerío de sol.

La alcaldesa, que ayer presidía la corrida, repitió su actuación de la procesión por la mañana y recibió la misma respuesta del respetable: pitos y silbidos.

Después de esto, sólo quedaba la merienda, verdadero protagonista, una vez más, de las tardes al sol en la Iruñea festiva.

La presidencia otorgó una oreja a Miguel Tendero, un premio que puede parecer exagerada en una tarde como la de ayer, aunque lo cierto es que mostró determinación en su presentación en la Monumental iruindarra. Dejó patente su actitud y sus ganas de ser torero. El escaso valor de los astados de Alcurrucén no le ayudó lo más mínimo.

Oreja perdida

El albaceteño había perdido una oreja por fallar con la espada después de mostrar su determinación frente al parado y deslucido tercero. Volvió a demostrar sus credenciales frente al mejor toro de la tarde de ayer, el sexto. Sin embargo, tuvo poca duración y adoleció de raza, pero frente al que ligó pases con notable compostura siempre tirando con mucha templanza de la embestida del toro.

Su labor tuvo como estandarte la firmeza y determinación hasta el punto de dejarse coger para conseguir arrancar la oreja en las manoletinas finales resultando prendido por el fajín y después en la caída volvió a ser enganchado por la costura de la taleguilla en unos momentos angustiosos pero que afortunadamente no tuvieron consecuencias.

Antes, en su primero, Tendero ya había dejado claro que quiere ser figura del toreo tras una faena muy sincera en la que ha mostrado su determinación y arrestos ante un animal deslucido que terminó parado en su muleta.

Se pegó un arrimón en un alarde de seguridad, firmeza y valentía. Sin embargo, su fallo con el acero le impidió acceder a la ansiada oreja.

A Luis Bolívar le correspondió el lote más desagradable de toda la tarde. Primero puso voluntad y lo intentó frente al astado que abrió el festejo, un toro brusco y violento en sus embestidas que nunca se empleó en una labor en la que también le molestó el viento. El cuarto fue otro agresivo astado que se metía por dentro y que tampoco le permitió brillar. Tampoco tuvo fortuna Salvador Cortés, que aunque entendió bien al segundo, un manso animal que adoleció de entrega en su embestida y que no acabó de humillar.

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