Raimundo Fitero
Se abre el debate
Cada vez que la muerte aparece en los encierros sanfermineros, se abre el debate sobre la seguridad, las medidas a tomar y toda una suerte de retóricas aplicadas a una realidad en donde se cruza la protección institucional y la libertad individual. Se pueden tomar medidas protectoras, se puede hacer más fácil el acto, pero que exista un número de corredores superior a lo recomendable, que sean diestros o patosos en sus carreras o que los toros tengan un comportamiento gregario o individualista no se puede reglamentar. Y si no se puede reglamentar eso, el paso siguiente es la prohibición, o dicho de otra manera la suspensión o supresión de los encierros con lo que se acabaría con una atracción turística de primera magnitud universal y con una actividad económica difícil de calibrar.
En las tierras riberas a los toros coloraos se les llama royos. Los toros de la ganadería de Jandilla son de una casta bulliciosa, pero no son muy fieros. Son más bien juguetones, de los que quieren las figuras y los figurines. En el encierro iban todos en manada, pero una circunstancia, un resbalón, un accidente ha convertido al royo «Capuchino» en un toro soliviantado, enloquecido, peligroso. En compañía de sus hermanos era uno más, corría para llegar a algún lugar donde no se le molestase con tanto grito y tanto cuerpo con colores moviéndose, acosándole.
Ha sido al quedarse en solitario cuando se ha puesto a defenderse. Y son toros encastados, son toros bravos, y un toro asustado, acorralado, solamente sabe embestir. Y se ha cebado, demasiado gentío, no encontraba la escapatoria. Su instinto le ha hecho volverse, girar sobre sus patas traseras y se ha armado la marimorena. Se ha mascado la tragedia, hasta que la tragedia ha llegado. Hoy se llora a un joven fallecido, a varios más heridos. Y se cuestionará de nuevo todo este conglomerado de tradición, fiesta, riesgo y negocio. Nosotros seguiremos siendo testigos televisivos, seguiremos esperando a las repeticiones para detectar detalles. En esta ocasión no ha valido el capotillo, ni los milagros. Es una fiesta de sangre y con sangre se hace leyenda. A San Fermín venimos.