San Fermin 2009
«Yo era paracaidista, pero correr el encierro es más intenso»
Este londinense se ha hecho valedor este año del sexto premio Guiri del Año que entrega Kukuxumusu entre los miles de extranjeros que se enamoran de los Sanfermines y que se repartió ayer. Y es que Taylor lleva 40 años sin faltar a la cita a pesar de que la edad le ha obligado a renunciar a una de sus grandes aficiones, correr el encierro.
Aritz INTXUSTA |
Los Taylor son un matrimonio vital y sonriente. Frank tiene acentazo inglés, pero se expresa bien y entiende todo si se le habla despacio. Su mujer recurre más a los gestos. Al preguntarle si lleva bien que su «mozo» haya sido un famoso corredor del encierro, ella se lleva una mano al pecho y finge palpitaciones. Luego estalla en una carcajada. Los Sanfermines también le encantan. Ha estado tantas veces como el «guiri» de este año.
¿Un lugar para tomar una copa?
La sede de la Peña Frank, que es la mía. Está en la cervecería de la Estafeta.
¿Cómo descubrió los Sanfermines?
Después de leer un libro sobre toros, quería aprender más. Descubrí que aquí, en Pamplona, durante los Sanfermines había muchas corridas en pocos días. La primera vez que acudí ya vine con toda mi familia. Fue en el año 1969.
Porque ha sido corredor de encierros mucho tiempo....
Durante más de 20 años. ¡Y corría todos los días!
¿En qué tramo?
Desde finales de la Estafeta, por la Telefónica, con el objetivo de alcanzar al callejón y entrar en la plaza. Lo fundamental era correr con los toros dentro del callejón. No es fácil hacerlo perfecto, pero a veces lo conseguía.
¿Qué se siente?
Es algo muy profundo. Yo era paracaidista deportivo, pero la emoción de correr los encierros es mucho más intensa.
¿Y cuándo dejó de correr el encierro?
En 1993. En aquellos días pensaba que podía correr bastante rápido, que podía abrirme hueco con los codos. Sin embargo, la verdad es que no me quedaba nada en la reserva. En esas condiciones no se puede correr, es demasiado peligroso. Así que decidí colgar las alpargatas.
¿Algún susto?
Sustos tenía todos los años. El más grave fue en el año 1975, cuando corría entre los mansos y los toros, en un hueco que se había abierto entre las dos manadas. Entré al callejón y me encontré enfrente con el montón de cuerpos de corredores. No había forma de poder cruzarlo hasta la plaza. Pensé en tirarme al suelo, pero vi un gancho en la pared y salté. Me agarré tan sólo con dos dedos, pero conseguí levantarme, alcanzar la valla y colgarme. Vi a un muerto [Gregorio Uriz] justamente bajo mis pies. Tengo una imagen muy detallada de ese momento en mi memoria. No creo que sea capaz de olvidarlo nunca.
¿Otros recuerdos?
Muchísimos, después de tanto tiempo. Recuerdo muy bien cuando mandaba, con mis amigos, la txaranga de la peña Anaitasuna. Me concedieron el honor de llevar la pancarta duran- te unos cuantos metros. Para mí fue genial.
¿Qué piensa del resto de «guiris» en Sanfermines?
No conozco a ninguno. Sólo me junto con unos pocos de la peña sueca. Únicamente estoy con pamploneses durante las fiestas. Este año yo traigo unos invitados «guiris», pero los llevaré con mis amigos de Pamplona.
¿Enamorado de los toros, de San Fermín, o de la fiesta?
De Pamplona y su gente. Estoy aquí muchas veces fuera de los Sanfermines. Siempre que paso cerca me vengo a pasear por estas calles una semanita.
Supongo que se habrá ganado muy buenos amigos en Iruñea.
Sí, tengo aquí amistades muy profundas. El que está más unido a mí es Miguel Falces, que antes era el dueño de la tienda Saioa en la calle Nueva. Y, por otro lado, echo mucho en falta al dueño de la cervecería La Estafeta, Paco, que hace años que murió. Miguel Falces fue el que me enseñó a vivir esta fiesta, desde el primer día que pisé los Sanfermines. Fue mi guía. Había inventado el Día del Marido Suelto, el dimasu, como le llamaba él. Aproveché ese día para conocerlo todo muy bien. Ah, y duermo en la calle San Agustín, en casa de otra amiga.
«Vi a un muerto en el callejón, justo bajo mis pies. Guardo una imagen muy detallada de ese momento»
«Recuerdo bailar con mis amigos con la txaranga de Anaitasuna. Me dejaron llevarla unos metros»