El toque de queda regresa a Urumqi, mientras miles de personas dejan la ciudad
Las autoridades de Urumqi reimplantaron el toque de queda después de que varias mezquitas abrieran sus puertas para la oración del viernes. El Gobierno había ordenado su cierre alegando «motivos de seguridad». Miles de personas optaron por abandonar la ciudad.GARA|
Las autoridades de Urumqi impusieron de nuevo el toque de queda, levantado en la medianoche del jueves. Con motivo de la oración del viernes, el Gobierno había ordenado el cierre de las mezquitas alegando motivos de seguridad y pedido a los uigures -la mayoría de religión musulmana- que rezaran en sus casas, pero varias decidieron abrir sus puertas ante la gran afluencia de fieles. «Hemos decidido abrirla porque había mucha gente afuera y no queremos incidentes», indicó a la agencia AP un policía uigur que custodiaba la mezquita Blanca. Precisamente fue allí donde policías chinos armados con subfusiles cargaron contra varios cientos de personas tras asistir a la oración. Vehículos blindados, mientras, bloqueaban las calles en torno al edificio y un helicóptero sobrevolaba la zona.
«Es el día de la semana en que más rezamos. Para nosotros, el cierre de las mezquitas es un insulto. Si no nos autorizan a practicar nuestras actividades religiosas con normalidad, el nivel de indignación aumentará», advirtió a Al Jazeera Ahmed Jan, un residente uigur cerca de la mezquita de Dong Kuruk.
En, al menos, cinco mezquitas las autoridades colocaron carteles avisando de que la oración había sido suspendida e instaba a los fieles a «regresar a sus domicilios para orar». Responsales de asuntos religiosos de la región también recomendaron a los creyentes que cumplieran el rezo en sus hogares, «algo habitual en tiempos de plagas o de disturbios sociales»
La corresponsal de la cadena qatarí en Urumqi informó que cientos de soldados permanecían todavía en la ciudad, principalmente en los alrededores de las mezquitas.
Estaciones abarrotadas
En este tenso clima, miles de habitantes uigures y de la etnia han invadieron las principales estaciones de autobuses y trenes para salir de Urumqi, de más de dos millones de habitantes. Las autoridades se vieron obligadas a reforzar los servicios para responder a la demanda de viajeros. En la estación de autobuses de Bayi, la principal, se registró el doble del tráfico normal, según un empleado. «Los estudiantes están contentos de regresar a casa, pero algunos se van porque temen por su seguridad», manifestó.
Una mujer, que se identificó como Li, compró un pasaje para ir a Lanzhou, capital de Gansu, en el centro -a unos 1.900 kilómetros de Urumqi-. «Me voy un tiempo hasta que las cosas se calmen», explicó.
Qi Fenglong llegó de Kuitun, a 240 kilómetros de Urumqi, para buscar a su novia y ponerla a salvo. «Pensamos que era mejor que volviera a casa», señaló.
Los vendedores de pasajes en el mercado negro lo confirmaban. «Mucha gente se va porque tiene miedo. Es realmente muy difícil comprar pasajes», explicó uno de ellos, que ha aprovechado la coyuntura para multiplicar por cinco el precio de algunos de los billetes.
Advertencia del Gobierno
Durante su intervención en la conferencia del Partido Comunista, el presidente Hu Jintao describió los enfrentamientos como «un crimen violento planificado y organizado por tres fuerzas en casa y en el extranjero», en alusión al «extremismo, el separatismo y el terrorismo, una plaga para China y otros países de la región».
El Gobierno afirmó tener pruebas de que «los separatistas fueron entrenados en el extranjero, incluso por Al-Qaeda y que tienen contactos con las fuerzas terroristas en el extranjero».
Los más altos dirigentes del Partido Comunista Chino y del Estado, reunidos el miércoles con Hu, dejaron claro que los promotores de las protestas, las más graves de las últimas décadas en la región de Xinjiang, recibirán «severos castigos».
El Gobierno regional anunció que indemnizará a los familiares de los civiles fallecidos con 200.000 yuanes (casi 21.000 euros) por víctima. 100.000 serán para cubrir los gastos de los funerales y las otras 100.000 de «pensión de consuelo».
Rebiya Kadeer, que lidera el Congreso Mundial Uigur en el exilio, denunció que «según informaciones no confirmadas y obtenidas sobre el terreno, el número de fallecidos podría ser superior a los 1.000 y algunos dicen que, incluso, podrían ser 3.000».
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, calificó de genocidio los ataques sufridos por los uigur. «No podemos decir que defendemos valores universales y, por otro, permanecer de brazos cruzados. Creo que el Consejo de Seguridad de la ONU debe examinar este tema», declaró.